Puedes recibir una educación esmerada y buena; puedes recibir todos los cuidados necesarios, e, incluso, estar rodeado de los mejores ambientes y circunstancias que te ayuden a dar buenos frutos, pero, quien tiene la última palabra eres tú. Porque has recibido gratuitamente una voluntad y libertad para tomar el camino que elijas.
Tú eres tu misma respuesta, y como tal tienes que darla. Para ello necesitas abonar tu corazón de buena tierra. Tierra que sepa recibir la semilla de la Palabra y cultivarla hasta morir en tu corazón y dar frutos. Frutos de amor y misericordia. Y eso exige acercamiento, búsqueda y movimiento. Y toma de decisión. Pide y recibirás -Mt 7, 7-.
Y eso no basta con ser, simplemente, tierra buena, sino con fecundarla con la Gracia de Dios, dejándose lavar en los sacramentos. De forma especial en la Penitencia y Eucaristía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Compartir es esforzarnos en conocernos, y conociéndonos podemos querernos un poco más.
Tu comentario crea comunidad, por eso, se hace importante y necesario.