—¿No hay más opciones? ¿Alguna opción intermedia? —Dejo caer Pedro como quien no quiere la cosa.
—Así de claro ─respondió Manuel─. Jesús lo dijo en varias ocasiones – Apocalipsis 3, 15-17; Lc 14, 26; Mt 12, 30. – y en todas ellas la única opción válida es la entrega total.
—Pero, no todos parten de la misma situación y…
—No te preocupes Pedro ─le interrumpió Manuel─. El Señor sabe de tus capacidades y posibilidades. ¿Acaso ignoras que te las ha dado su Padre? Él conoce tus virtudes y no te va a exigir más de lo que tú puedas darle. Sabe la calidad de tu tierra, pero, quiere tu colaboración para darte la Gracia con la que sí podrás abonar bien tu tierra y dar buenos frutos. Pero, eso sí, lo quiere todo por una sencilla razón. Él también te ha dado todo y te lo sigue dando. Puedes tomarlo o dejarlo. O, como tú dices, tomar parte y otra parte no, pero, eso no te vale de nada. No se puede servir a dos señores[1]. Perdería el tiempo, pues se está o no se está. ―Sin embargo, siguió Manuel, no hay por qué tener miedo. Para eso hemos recibido el Espíritu Santo en la hora de nuestro bautismo.
—¿El Espíritu Santo? ─murmuró Pedro─. ¡Pues, ahora me entero!
—¿Sabes quién es el Espíritu Santo? Nada más y nada menos que la tercera Persona de la Santísima Trinidad. Es Espíritu de Dios que nos acompaña, que nos auxilia, que nos asiste y que nos ilumina. ¡No para hacer lo que tú quieras y desees, ni para encumbrarte de fama y prestigio, sino para hacer lo que te conviene, que es precisamente su Voluntad! Pero, antes, Pedro, ¡y escucha bien!, tienes que salir de ti mismo y renunciar a todo aquello que tu corazón humano anhela y desea, y dejarlo en Manos del Espíritu de Dios para que haga lo que Dios quiere que hagas.
—¿Y cuál es su Voluntad? ―Preguntó Pedro algo interesado.
―Solo una cosa, amar. Amar como Él te ama. Él es la referencia y el modelo, así que escuchándole y siguiéndole iremos entendiendo lo que tenemos que hacer cada día y a cada momento. No es fácil, pero con Él se puede conseguir, porque, ¡tenlo por seguro, si injertados en Él no pudiéramos, no nos lo exigiría! Él sabe que eso es lo que nos hace feliz y que, por y con su Gracia, podemos hacerlo. Ahora, nos toca a nosotros responder.
—¡Uuuffff… la cosa no es broma! ─exclamo Pedro.
—Es un camino de cruz, también nos lo ha advertido Jesús[2] ─agregó Manuel─. Sin embargo, no hay porque asustarse ni tener miedo. Hay que ir despacio, confiado y sin ningún alarde. Prudente, sencillo y humilde, pero dispuesto a irte entregando a su Espíritu. Él nos hablará, nos irá iluminando y guiando según para lo que nos quiera y nos haya misionado. Porque, todos tenemos una misión, un camino – más grande o pequeño – que recorrer y vivir esforzándonos en hacer su Voluntad. Esa es la tarea. Para unos será grande, para otros menos grandes y para otros pequeña e insignificante. E incluso, para otros será estar presentes para ser la salvación de otros al dar la vida en servicio por ellos. Pero, todas, importantísimas para nuestro Padre Dios, porque, para todos han sido proporcionales a lo recibido. ¿Conoces la parábola de los talentos?[3]En ella verás que el Señor reparte talentos de forma desigual y a todos, buenos y malos, y pide el esfuerzo pleno a lo recibido.
¡Además!, tenemos una gran ventaja. Jesús nos ha prometido no dejarnos solos. Eso significa que estará siempre a nuestro lado y nos asistirá y alumbrará el camino. Solo necesitas saberlo y aprovecharte de su compañía y sabiduría. ¡Comprenderás muchas cosas!
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