Lo que buscas no
está en la abundancia ni en el tener mucho o de todo. Tener el corazón lleno de
muchas cosas lo atiborra y lo esclaviza. Incluso, no le deja sentir deseos de
esperanza ni de satisfacción. Tiene de todo que, poco a poco, va perdiendo el
gusto y el sabor de las cosas: beber sin sed y comer sin ganas te impide
hacerlo con gusto y placer.
¿Imaginas a una
persona con ganas de comer como disfrutaría de una comida especial? ¡Claro, si
lo hace todos los días deja de ser especial! La conclusión deriva en que la
abundancia te aleja de la felicidad en lugar de dártela. Hay que buscarla en la
moderación, en la sobriedad y en lo necesario. Aparte que, por descontado, aquí
abajo no está plenamente.
Llenar, sin embargo, el corazón del amor misericordioso de nuestro Padre Dios si nos alegra y, en cierta manera, permanece ese gozo y satisfacción de sabernos queridos, acompañados y salvados en el Señor. Es posible que nunca estaremos plenamente satisfechos o felices, pero, también es cierto que experimentamos que vamos llenos de gozo y alegría a esa plenitud. Y en la medida que nos acercamos al instante de nuestra hora experimentamos que nos acercamos a ese momento pleno de felicidad. Porque, solo en Dios, nuestro Padre, está la verdadera y única felicidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Compartir es esforzarnos en conocernos, y conociéndonos podemos querernos un poco más.
Tu comentario crea comunidad, por eso, se hace importante y necesario.