Ser padre o madre es algo muy grande y de mucha
responsabilidad. Tenemos experiencia de la paternidad de nuestros propios
padres de este mundo y de la propia nuestra cuando nos ha tocado se padre o madre
según sea nuestro papel. Y tenemos experiencia también de lo mucho que hemos
recibido de nuestros padres. Al menos la vida, que es ya un gran regalo.
Sin embargo, nos preguntamos: ¿Entendemos que significa que
Dios es nuestro Padre? Porque, si de los padres de la tierra guardamos, por
regla general, un buen y gran recuerdo, ¿qué podemos decir de nuestro Padre
Dios? ¿Acaso dudamos que todo lo que somos y tenemos lo recibimos de Él?
¿Recordamos todo lo que nuestros padres de la tierra nos han
perdonado hasta el punto de considerar que nos han querido, quieren y son
capaces de dar sus vidas por salvar la nuestra? ¿No nos consideramos deudores
inmerecidos por todo lo recibido de ellos? ¿Y nuestro Padre Dios, va a ser
menos que nuestros padres de este mundo, seres limitados y pequeños como
nosotros? ¿No será infinitamente más grande su Amor hasta el punto de que su Misericordia es
infinita? ¿Y su Caridad?
Por tanto, consideremos a nuestro Padre Dios como un
verdadero Padre y tratemos de que nuestra relación con Él sea como la de un
Padre Bueno que nos quiere y nos regala la vida. Y quiere que seamos felices
eternamente.
Ahora, ¡recuerda!, Si ese Padre Bueno e Infinitamente Misericordioso te perdona todas tus faltas, errores, equivocaciones, ambiciones, avaricias y pecados, ¿cómo no vas tú a perdonar a los que también, como tú mismo, se equivocan, son avariciosos, vanidosos, envidiosos, cometen errores y pecados? Es cuestión de pensárselo y tratar de reflexionar interiormente, mirarse y mirar al mismo tiempo para Dios, que está precisamente en tu hermano.
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