Ser cristiano no consiste en practicar unos actos piadosos ni simplemente frecuentar los sacramentos. Evidentemente que es necesario rezar y los sacramentos, pero, no es en eso en lo que fundamentalmente consiste seguir a Jesús. Se trata de seguirle hasta sus últimas consecuencias.
Y las últimas consecuencias exigen denunciar las mentiras, las injusticias y todo lo que vaya contra la dignidad y la explotación de la persona humana. Desde la vida hasta la muerte. Callarse e inhibirse encerrándose en la oración y justificándose en la paz y silencio, no parece que es seguir a Jesús.
Seguir a Jesús es saber que el discípulo no es mayor que el Maestro - Mt 10, 24-28 - y que, por tanto, tendremos que padecer nuestra propia cruz cuando digamos cosas que no les gustan a otros, incluso aquellos que se consideran cristianos y están dentro de la Iglesia. La verdad hay que buscarla, y esa verdad pasa por defender a los que sufren, a los que son engañados, explotados y manipulados con verdades escondidas en mentiras.
Evidentemente, para eso hay que rezar y permanecer - reconciliación y comunión - unido al Señor. En palabras de Pablo leemos: 2Co 12,7b-10: Presumo de mis debilidades, porque así residirá en mí la fuerza de Cristo. Hermanos: Para que no tenga soberbia, me han metido una espina en la carne: un ángel de Satanás que me apalea, para que no sea soberbio. Tres veces he pedido al Señor verme libre de él; y me ha respondido: «Te basta mi gracia; la fuerza se realiza en la debilidad.» Por eso, muy a gusto presumo de mis debilidades, porque así residirá en mí la fuerza de Cristo. Por eso, vivo contento en medio de mis debilidades, de los insultos, las privaciones, las persecuciones y las dificultades sufridas por Cristo. Porque, cuando soy débil, entonces soy fuerte.
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