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jueves, 3 de agosto de 2023

LA TERTULIA - continuación -

«Manuel no se quitaba todos esos pensamientos de su cabeza. Había llegado a su casa y, cómodamente sentado, refrescándose con una cerveza, dejaba fluir sus pensamientos en su cabeza que daban vueltas, de un lado a otro, buscando razones que le explicasen la razón de esas leyes».

          «¿Qué buscaban? No parecían bien intencionadas, porque, mi muerte no me pertenece, ni nadie quiere morir. Y, la medicina no se estudia y se descubre para matar, sino para aliviar».

          De repente, su mente se llenó de luz y su corazón palpitó de asombro y alegría. «¡Claro!, se dijo. La medicina se estudia, se descubre y se investiga con el fin de curar, de aliviar y de hacer que la persona no sufra. Nunca para ser utilizada para matar. Luego, ¿por qué quieren matar? ¿Qué es lo que buscan?»

          «Están los cuidados paliativos, que nacen con ese propósito, curar y aliviar los últimos momentos de las personas gravemente enfermas. ¡Nunca matarlas! Aquí hay gato encerrado, se dijo Manuel».

          Se hacía ya tarde. «Bastante cansado pensó que dejaría ese tema para hablarlo con su amigo Pedro en otro momento. Apuró su cerveza y se recostó con la intención de descansar. Sin darse cuenta se quedó profundamente dormido».

 

 

          A la mañana siguiente las ideas seguían metidas en la cabeza. «Los ancianos, pensaba, van a tener miedo ingresar en un hospital, o a quedar enfermos. ¿Quién les asegura que no piensan liquidarlos? ¿La familia? ¿Cuántas familias hay que no cuidan a sus ancianos? Las residencias están ahí, pero, muchos están solos. ¿Y qué pasará cuando, ahora que está la ley, les llegue la tentación de liberarse de ellos? Porque, lo que no se conoce no te tienta, pero, si sabes que el dulce está ahí, el deseo de comértelo inquieta tu corazón».

          Había mucho de qué hablar y con esa intención Manuel se preparó más rápidamente que otros días. Deseaba encontrar a Pedro para compartir con él todas esas inquietudes y pensamientos que le preocupaban. Pero, decidió, después de sus oraciones, amansar su ímpetu e ir tranquilo y, sobre todo, no desesperar. De todas formas, el Señor también sabía todo eso y, estando Él, no hay porque desesperar, aunque eso no debe eludir que te preocupes.

          Sereno y esperanzado se dirigió a la capilla donde se expone el Santísimo, y allí pasó un buen rato tratando de, presentado todos sus problemas e inquietudes, escuchar al Señor.

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