Hay momentos que nuestro pequeño mundo, el que vivimos personalmente y nos toca profundamente nuestra vida, se viene abajo. Bien porque nuestras fuerzas flaquean; bien porque nuestra ilusión se desvanece; bien porque nuestra esperanza se diluye y se pierde en el fondo de nuestro propio vació... Es entonces, cuando nuestra fe tiene que crecer y sostenernos, porque sólo pensar que CRISTO, a pesar de todo, está aquí ahora, a mi lado, junto a mí, mi vida se llena de energía y fortaleza como si de una simple llama prendiera el devastador fuego.
Desde mi experiencia experimento esas sensaciones que, en lugar de aminorar y alejarme, deben servir para acercarme y crecer en mi unión con el SEÑOR. Porque esa vivencia no viene sino a decirme que tengo que compartir mi propio desierto y tentaciones, mi propio sufrimiento y travesía como lo hizo JESÚS.
Nadie puede librarnos del sufrimiento de la muerte, ni tampoco del sufrimiento de las enfermedades y de los muchos problemas que, los propios hombres, se crean unos a otros. Eso lo sabemos porque ocurre así siempre. En toda nuestra propia historia y en la del mundo, siempre hemos oído, leído y conocido que todas estas miserias están presentes. Unas veces por guerras; otras por epidemias; otras por catástrofes y tragedias, pero siempre presentes.
Y eso no quita que el hombre luche y continúe luchando por erradicar el mal, la enfermedad y sufrimiento de la tierra. JESÚS lo hizo, pero no se quedó ahí, sino que nos ofrece la salvación total para SIEMPRE entregándose ÉL como nuestro propio elixir de salvación. Sólo que nos falta tomarlo, recogerlo, comerlo: Hacerlo nuestro mejor alimento. Y eso implica creerselo, tener FE.
¿Quién nos puede salvar? ¿Quién le puede dar sentido a nuestra vida y a todo lo que pasa a nuestro alrededor? ¿Hay alguna explicación? Lo más lógico y razonable es que la debe haber, porque la inteligencia del hombre debe de estar guiada por una Inteligencia superior a la que todo está sometido.
Y es entonces cuando todo mi ser se levanta en alabanza y alegría. Y es entonces cuando todas mi esperanzas macilentas se vigorizan y fortalecen, porque vence la vida sobre el dolor y la muerte en nuestro SEÑOR JESÚS, que nos la ha rescatado por los Méritos de su sangre.
De este modo, como dice Benedicto XVI, se da una íntima relación entre la Cruz de JESÚS, símbolo del supremo dolor y precio de nuestra verdadera libertad, y nuestro dolor, que se transforma y se sublima cuando es vivido con la conciencia de la cercanía y de la solidaridad de DIOS.
Ese es el drama que todos, unos de una forma y otros de otra, tendremos que recorrer, pero que sólo tiene sentido si lo hacemos en, con y por CRISTO JESÚS, porque sólo en ÉL seremos salvados y alcanzaremos el gozo de ser eternamente felices.
Cuando termino esta pequeña "reflexión - meditación" el gozo y la vitalidad vuelven a levantar mi espíritu que se inunda de esperanza y fortalece, para emprender la marcha de un nuevo día con sus aconteceres y obstáculos diarios que no impedirán seguir adelante, cada vez más cerca y con la esperanza de un paso más hacia la ansiedad Casa del PADRE.
Desde mi experiencia experimento esas sensaciones que, en lugar de aminorar y alejarme, deben servir para acercarme y crecer en mi unión con el SEÑOR. Porque esa vivencia no viene sino a decirme que tengo que compartir mi propio desierto y tentaciones, mi propio sufrimiento y travesía como lo hizo JESÚS.
Nadie puede librarnos del sufrimiento de la muerte, ni tampoco del sufrimiento de las enfermedades y de los muchos problemas que, los propios hombres, se crean unos a otros. Eso lo sabemos porque ocurre así siempre. En toda nuestra propia historia y en la del mundo, siempre hemos oído, leído y conocido que todas estas miserias están presentes. Unas veces por guerras; otras por epidemias; otras por catástrofes y tragedias, pero siempre presentes.
Y eso no quita que el hombre luche y continúe luchando por erradicar el mal, la enfermedad y sufrimiento de la tierra. JESÚS lo hizo, pero no se quedó ahí, sino que nos ofrece la salvación total para SIEMPRE entregándose ÉL como nuestro propio elixir de salvación. Sólo que nos falta tomarlo, recogerlo, comerlo: Hacerlo nuestro mejor alimento. Y eso implica creerselo, tener FE.
¿Quién nos puede salvar? ¿Quién le puede dar sentido a nuestra vida y a todo lo que pasa a nuestro alrededor? ¿Hay alguna explicación? Lo más lógico y razonable es que la debe haber, porque la inteligencia del hombre debe de estar guiada por una Inteligencia superior a la que todo está sometido.
Y es entonces cuando todo mi ser se levanta en alabanza y alegría. Y es entonces cuando todas mi esperanzas macilentas se vigorizan y fortalecen, porque vence la vida sobre el dolor y la muerte en nuestro SEÑOR JESÚS, que nos la ha rescatado por los Méritos de su sangre.
De este modo, como dice Benedicto XVI, se da una íntima relación entre la Cruz de JESÚS, símbolo del supremo dolor y precio de nuestra verdadera libertad, y nuestro dolor, que se transforma y se sublima cuando es vivido con la conciencia de la cercanía y de la solidaridad de DIOS.
Ese es el drama que todos, unos de una forma y otros de otra, tendremos que recorrer, pero que sólo tiene sentido si lo hacemos en, con y por CRISTO JESÚS, porque sólo en ÉL seremos salvados y alcanzaremos el gozo de ser eternamente felices.
Cuando termino esta pequeña "reflexión - meditación" el gozo y la vitalidad vuelven a levantar mi espíritu que se inunda de esperanza y fortalece, para emprender la marcha de un nuevo día con sus aconteceres y obstáculos diarios que no impedirán seguir adelante, cada vez más cerca y con la esperanza de un paso más hacia la ansiedad Casa del PADRE.
Tú lo has dicho. Al finalizar esta meditación, porque verdaeramente lo es, el gozo vuelve a levantar mi espíritu. Es dificil no entender que lo explicado por tí, no sea entendido por muchos y es que la FE, es un don muy muy grande. Precioso post
ResponderEliminarDefinitivamente lo que está al pie de tus reflexiones es la FE. Hace poco leía el Catecismo de la Iglesia en donde se recuerda las palabras de Santo Tomás Moro: "Nada puede pasarme que Dios no quiera. Y todo lo que El quiere, por muy malo que nos parezca, es en realidad lo mejor". Cuanta verdad encierran estas palabras, palabras de mucha fe. Saludos!
ResponderEliminarDetrás de la cruz de cada día: de los problemas, de las renuncias, de las privaciones, de las incomprensiones, del perdón, de la entrega, de la constancia, de la aceptación...etc se esconde el gozo de saber que has hecho lo correcto, lo que interiormente querías hacer, lo que, con la Gracia del ESPÍRITU, has podido vencer,lo que realmente es amar. Y cuando ama te sientes fuerte en la debilidad y gozosamente lleno de felicidad.
ResponderEliminarUn abrazo en XTO.JESÚS.
Gran sabiduría de la de Tomás Moro, porque esa es la realidad, Roberto. Sólo acontecerá lo que DIOS quiera que acontezca, porque abandonados en sus MANOS, ÉL no permitirá que nos pase nada que sea para nuestro mal.
ResponderEliminarGracias por tu visita.
Un abrazo en XTO.JESÚS.