Un solo ejemplo bastaría para echar por tierra todos los argumentos que muchos compañeros esgrimen como justificaciones para abortar. Primero decir que, permitir en ciertos casos abortar es dejar la puerta abierta a que se cuelen muchos abortos injustificados y, segundo, nunca estará justificado interrumpir una vida porque a nosotros nos parece lo más adecuado, y menos aún, ponerle nuestros deseos y apreciaciones. Cada persona es única e irrepetible y nadie puede juzgar por ella.
Habrá muchas maneras de pensar y quienes ante el sufrimiento elijan no sufrir. Y no entiendan que los cristianos sólo aceptamos el sufrimiento, no es que querramos sufrir. JESÚS vino precisamente para acabar con el sufrimiento, sólo que nadie podrá escapar al sufrimiento que nuestra vida trae incorporado a su propio devenir.
Sufrimos cada día cuando nos tenemos que incorporar, después de un plácido sueño, al acontecer diario de nuestro vivir, máximo cuando nuestro trabajo se realiza en condiciones de explotación, mal remunerado y de forma esclavizante; sufrimos cuando despertamos alucinando encontrar un trabajo que mitigue nuestras penurias y desamparos; sufrimos en la enfermedad, en las desilusiones, en los desamores, en la infedilidades, en los apegos y esclavitudes. A nadie escapa que la mayor parte de su vida estamos ansiosos, nerviosos, angustiados e insatisfechos.
Si observamos detenidamente, la mayor parte de nuestra vida la pasamos en un estado de inquietud y sufrimiento. Hay una anécdota que lo refleja muy claramente: en un cementerio, un señor observó que todas las lápidas contenian el tiempo que el difunto había vivido, y había un denominador común: todas oscilaban entre cinco y diez.
Alarmado por la curiosidad de saber por qué la gente de aquel lugar moría a tan temprana edad, preguntó al sepulturero y quedó perplejo a su respuesta: no es el tiempo que ha vivido, sino los momentos que ha vivido gozoso y feliz. Indudablemente la gente de aquel lugar habían tomado la costumbre de apuntar todas las horas y días que habían logrado vivir en paz y alegría durante su vida, y eso es lo que reflejaba su lápida.
La sabiduría popular manifiesta lo que verdaderamente ocurre en nuestra vida y esa es realmente la verdad de lo que pasa. Podríamos citar muchos ejemplos, pero por ahora voy a referirme al de Doña María Rosa Sánchez, madre de una niña con trisomía 18, qué sobrevivió ocho meses.
Decir, según cuenta ella misma, que Leticia no sufrió, y sonreía. Tienen trastornos incompatibles con la vida que los convierten en los candidatos perfectos al aborto. Sin embargo, las familias agrupadas en la asociación Trisomía 13, Trisomía 18 y Otras malformaciones Congénitas saben que, si se les da la oportunidad de demostrarlo, estos niños devuelven con creces todo lo que reciben.
Hago un apartado para llamar la atención con el fin de que miren a estas familias, que son muchas (agrupaciones) y que les digan lo que piensan. Y estos niños no son diferentes a los que dicen que sufren e imaginan, desde sus argumentos, que reniegan a vivir los días que su propia vida les ofrece. No niego que pueda haber diferentes formas de verlo, pero si exijo el derecho a respetarlos y a la vida que tienen derecho. Otro problema es que sus familias no los quieran y acepten. Ese sí creo que pueda ser el problema: la falta de implicación en hacer feliz al niño con problema, es decir, el egoísmo.
Embarazada a los 43 años y tras sufrir dos abortos, a María Rosa Sánchez, que ahora preside la asociación Trisomía 13, Trisomía 18 y Otras malformaciones Congénitas, y su marido les propusieron la prueba de la amniocentesis, por activa y por pasiva, pero se negaron por el riesgo de aborto. A partir de la semana 20, en cada ecografía aparecían problemas, más graves que los del síndrome de Down, y siguieron las presiones, también, hasta el octavo mes, para abortar. Afirma rotunda que este tiempo, con la incertidumbre y las presiones, fue lo peor de todo.
Leticia nació por cesárea, con el tamaño de un bebé prematuro, y María Rosa pensó “que había tenido un monstruo, porque se la llevaron enseguida a otra clínica”, donde permaneció dos meses. Le diagnosticaron síndrome de Edwards o trisomía, un cromosoma de más, en el par 18, un trastorno incompatible con la vida. El 95% de los niños que lo sufren mueren en abortos espontáneos, y otros muchos durante el parto o poco después.
Desde el primer momento, el objetivo de la familia fue “que el tiempo que viviera, viviera bien, sin ninguna medida extraordinaria por alargar su vida, pero tampoco abandonándola: “no es lo mismo irse apagando que asfixiarse o morirse de hambre”. Me paro en este momento para llamar la atención que los que defendemos la vida no optamos por el sufrimiento, sino que perseguimos el bien vivir y luchamos para ello. Otra cosa es aceptar lo que la vida nos presenta y no atentar contra ella.
En cuanto cogió peso, se la llevaron a casa, y tuvieron que aprender a alimentarla con sonda. Quizás estos inconvenientes, de nuevo vuelvo a llamar la atención, son los que justifican ciertas posturas acomodadas que eluden sus responsabilidades y aceptan todo lo que justifica finiquitar el problema: aborto.
A estas dificultades, se añadieron los desplantes de los médicos, aunque su actitud, con el tiempo, mejoró, y las trabas administrativa. “Supongo que ante la realidad de los hechos no se puede justificar nada”. Nos costó mucho conseguir el oxígeno, y una mochila para poder llevarlo fuera de casa. Leticia fue a rehabilitación y le pusieron las vacunas, por si su vida se prolongaba.
Su madre cree que su calidad de vida fue buena: “No sufrió dolor. Llegó a sonreír, dicen que no pueden. Tuve que coger una excedencia, pero salíamos y disfrutábamos”. Sabíamos, continúa, que, en cualquier momento, se podría morir. Gracias a DIOS, murió con todos en casa, le dimos un beso y nos despedimos. Tenía ocho meses, una vida larga para su condición, aunque el record de la asociación lo tiene una niña de 14 años.
Otra madre del grupo, doña Rita Castillo, sólo disfrutó de la pequeña Ángela nueve días, “que no cambiaría por nada. Estuve con ella, me la ponían en el pecho, y se ponía contenta. Nunca perdió su dignidad. Es mucho mejor que se muera así, que matarla dentro. Ella ha conocido mi cariño, y yo el suyo”. Incluso una compañera de María Rosa, cuyo hijo, con el mismo trastorno, sólo sobrevivió dos horas, “dice que fue una gozada abrazarlo o despedirse”.
María Rosa lo tiene claro: “Como madre, me gustaría tener a mi hija por aquí corriendo”, pero “valió la pena: en casa había más alegría, más paz. A todos nos ha venido muy bien. Al matrimonio nos ha unido más, y mis otros siete hijos, que tenían entre cuatro y 18 años, se volcaron. Todos aprendieron a hacerle la rehabilitación en casa. Con tanto trabajo y tana parafernalia, estábamos muchos más organizados que ahora.
Por puro azar, María Rosa y su familia fueron conociendo a más familias que han pasado por lo mismo, y así nació su asociación, que ahora forman 12 familias. Su principal objetivo es “animar a las madres a que no aborten. Te dicen que vas a tener un monstruo, pero les enseñamos fotos y se van mucho más tranquilas. También les contamos cómo están de mal las parejas de la asociación que han abortado.
Lo más importante es el acompañamiento, durante el embarazo, y también en el hospital. De paso, intentan concienciar al personal sanitario para que les facilite las cosas, y algo van cambiando. Por ejemplo, hace seis años a María Rosa le costó que le dejaran coger a su hija, y hoy es normal. Aunque les dé miedo, animan a los padres a llevarse al niño a casa, y les asesoran: “luchamos para conseguir ayuda como el oxígeno a domicilio y la mochila, y recaudamos fondos para ayudar a las madres con pocos recursos que tienen que dejar el trabajo”. Todo para que padre e hijos disfruten de esa vida, dure lo que dure.
Y en eso consiste la felicidad, la que realmente llena de gozo y dura eternamente: “la conciencia de haber hecho lo correcto, lo que nuestro impulso natural del bien nos mueve a hacer y la satisfacción de haber amado hasta ser capaz de darlo todo olvidándonos de nosotros mismo. Por esos las madres que se han enfrentado con el problema y la responsabilidad se sienten tan gozosas y llenas de alegría.
Y ahora no podemos decir que esto no es posible, no podemos argumentar que lo mejor es no dejar sufrir al niño, no podemos pensar que dirían que renuncian a no nacer, porque lo normal es querer nacer y vivir. Y tampoco podemos alegar que cada familia puede pensar y hacer lo que quiera, porque la vida a vivir y ser amado es un derecho de todo ser humano y los niños desde el vientre de sus madres lo tiene por su propia dignidad. Las que lo hacen lo hacen egoístamente e irresponsablemente y eso, en el caso de un ser humano, es un delito.
Y el que quiera está en su derecho de no creer en DIOS o en JESÚCRISTO y su Iglesia, pero eso no le da ningún derecho a excluirlo. La vida le pertenece a nuestro PADRE DIOS, creas o no creas. Y eso no lo puedes negar con razones, porque hay muchas razones para creer (les recomiendo el programa de Radio María “razones para creer”, allí tendrán todas las oportunidades de llamar y contradecir y razonar todo lo que quieras, porque se trata de buscar la verdad y eso es lo que interesa).
No se puede alegar que DIOS no existe o es un cuento para defender el aborto, porque eso no se puede demostrar, y, en consecuencia, se parte de premisas falsas. Puedes no creer, pero nunca negarlo, porque la razón dice lo contrario y que JESUCRISTO, el HIJO de DIOS vivo es una realidad histórica y la prueba de su Resurrección está avalada por sus contemporáneos discípulos. Tú puedes decir que no, pero eso no demuestra nada. Nosotros decimos que sí, y presentamos las pruebas de sus testigos. Todo consistirá en creer o no, pero nunca en: “eso es falso y en consecuencia esto es así porque yo no creo y lo digo”.
De la misma forma, el tema está en vida o muerte, y nada más se puede alegar en tratar de justificar la muerte. O estás a favor o en contra. La dignidad del hombre le viene de arriba, por ser hijo de DIOS y eso nadie puede negarlo con la razón. Se trata de creer o no; se trata de fe o incrédulo; se trata de vida o muerte; se trata de con DIOS o contra DIOS.
Transcribo unas palabras que leí ayer : "El aborto es muchas veces un resultado de la falta de esperanza. Y cuando el aborto tiene lugar, la esperanza no reaparece.
ResponderEliminarEsto demuestra el gran engaño que presentan los proaborto. No descansemos en nuestra oración y empeño por la vida.
Hola Salvador, vengo de una clase de bioética y precisamente el tema tratado giró en torno al aborto. Tu post me ha iluminado..., siempre encuentro interesantes tu blog. Te sigo leyendo...
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarHe recibido este mensaje y creo que debo publicarlo como comentario y para enlazarlos con el blog de Juan Pablito.
ResponderEliminarEscriba su nombre:: Gilda Arrúa
Escriba su dirección de email:: gilda.arrua@gmail.com
Asunto:: Trisomía 13 - Juan Pablito
Escriba su mensaje:: Estimado Salvador:
Felicitaciones por el blog. Leí atentamente la historia de Leticia. Quiero compartir contigo la página web de mi Juan Pablito www.juanpablito.com Mi bebé padecía trisomía 13 vivió 7 meses en mi panza y 16 días en la tierra y hoy es un ángel que cuida a su papá y su mamá.
Saludos desde Asunción, Paraguay
Estimado en Cristo Salvador,
ResponderEliminarLos testimonios son más contundentes que cualquier dato teórico, gracias por compartir este.
Bendiciones
Así es Ángel, la muerte es el final de la esperanza, y ya nada tiene sentido sino someterse a la muerte. Pero es que los creyentes en JESÚS creemos en la Vida y esperamos vivir eternamente porque la muerte ha sido vencida.
ResponderEliminarUn abrazo en XTO.JESÚS.
Gracias Roberto porque le das sentido a mis blogs y hacen que, por la Gracia del SEÑOR, den los frutos que el ESPÍRITU suscita en ellos.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo en XTO.JESÚS.
Antes, aclarar que el comentario suprimido no tiene que ver con ningún comentario mal intencionado, ni nada por el estilo. Se debe a que incluí el correo recibido de Gilda Arrúa y por error lo borré.
ResponderEliminarGracias Gilda por tu comentario, por leer mi blog y por tu valentía y fe, junto a tu esposo, que hacen irrazonable todos los razonamientos en contra de la vida y a favor del aborto. Tu testimonio es contundente de lo que es amar, no sólo en lo normal, sino también en lo anormal, pues ambos son personas e hijos del mismo PADRE DIOS.
Mi labor es la más fácil: sólo expresar tu testimonio de vida, como el de muchos otros, que hacen de la Verdad y la Caridad la razón más contundente e innegable del triunfo de la vida sobre la muerte.
Un fuerte abrazo en XTO.JESÚS para ti y tu esposo en nombre de toda la comunidad bloguera que defendemos la vida.
Hola Jorge, muy contento de verte por esta tu casa y proclamar contigo que ante el testimonio de vida no hay nada que se pueda decir. Por eso título mi artículo: un solo ejemplo bastaría para acallar todas las voces que se levantan en defensa del aborto. Ya no hay justificación alguna para defenderlo, pues el amor ha vencido a la muerte.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo en XTO.JESÚS.
Hola Salvador, gracias por publicar mi comentario te agradezco mucho. Lo unico que te quería aclarar que no existe la "normalidad" ni la "anormalidad", por el contrario todos somos hijos de Dios, y por ende reflejo del amor de nuestro Padre. Mi hijo es ante todo un milagro de Dios.
ResponderEliminar