Cuando ves un rosal, florido y hermoso, debes suponer que no ha salido espontáneamente, ni tampoco por arte de magia. Supones, y supones bien, que sus hermosas flores, coloridas y ostentosas; llamativas y populosas han sido tratadas con sencillez, cuidados extremados y mucho amor. Ese es el secreto de lo que a la vista ahora podemos contemplar.
Pero antes, para que haya amor, ha habido sinceridad, respeto y fidelidad, porque todo cuidado y amor está apoyado en la sinceridad, que navega en la verdad; el respeto, que se mueve en parámetros de libertad y la fidelidad que gira en torno a la obediencia, confianza y fe.
Creo, pues, que estas frases:
"Florece la rosa donde hay: sencillez - cuidado y amor".
"Florece la rosa donde hay: sencillez - cuidado y amor".
"Florece el amor donde hay: sinceridad - respeto y fidelidad."
H.S.
Tienem mucha verdad, porque el amor necesita de todos esos ingredientes para cultivarse, crecer y dar frutos.
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