Nos había avisado su llegada sobre las 14 horas y treinta minutos. No había dejado señal sobre el vuelo o lugar de donde venía. Suponíamos que era un vuelo nacional, pero, aunque sabíamos que había volado a Italia y Croacia, desconocíamos su vuelo de procedencia. Tenía mis dudas y presagiaba que no llegaría a la hora fijada en su whatsApp.
De cualquier manera estábamos allí a la hora fijada y, como intuía, en el panel de llegada no había ningún vuelo que anunciara su llegada, pues a la hora avisada estaba anunciada la llegada de dos vuelos de Barcelona, y me extrañaba que llegase desde ahí. Sin embargo supuse que podía hacer escala y regresar desde ahí. Echado a las suposiciones y a la suerte, en realidad no teníamos mucha prisa, esperé la llegada de esos vuelos, y resultó que realmente mis suposiciones eran falsas. No había rastro de su llegada.
Más tarde ocurrió lo mismo con un vuelo anunciado procedente de Madrid. Tratando de averiguar en que compañía viajaba supimos que era Ryanair. Habían dos vuelos que llegaban con Ryanair, uno sobre las 15 horas y 15 minutos, y otro sobre las 15,55, que luego resultó ser, por retraso, a las 16,12. Antes había probado, por medio de whatsApp, pedirle de donde venía, y ya sobre la hora de llegada, claro en el aeropuerto, porque ante no podía enviármelo, recibí un whatsApp respondiéndome que venía de Bolonia, Italia.
Era realmente ese vuelo que se anunciaba su llegada procedente de Bolonia. Había pasado una hora y tres cuarto de la hora que nos había anunciado su llegada. Estábamos sin comer y algo cansados. Y no recibimos disculpas ni apenas pesar por habernos hecho esa faena. Simplemente una ligera invitación, no muy convincente, a comer, pero con síntomas de prisa y de perdernos de vista para atender sus planes.
Eso sólo se le hace a los padres, porque los amigos u otros no aguantan, y en su caso son tratados de otra forma. Se les avisa o se le dan disculpas muy sentidas. Son los padres los que perdonan, aunque algunos, como en este caso, el padre, cree y gusta que los criterios se deben aclarar y es bueno, de forma dialogante, suave y distendida, reflexionar sobre lo bien hecho y lo hecho mal. Porque de otra manera se confunden y no se crece en saber nuestras responsabilidades y aprender a discernir.
En la acalorada tarde, por torpezas que no sabemos perdonar ni soportar, los padres de Julio se pusieron nervioso y terminaron enfrentados. La discusión, una más de las tanta boberías que suelen romper la paz y la unidad de muchos matrimonios. Se recuerdan viejas heridas, defectos y el mundo se viene encima. A eso se añaden circunstancias que, casualmente agravan y desunen, y que en esos momentos de nervios y oscuridad, el diablo sabe manejar muy bien. Y ya tenemos el lío montado, sin verdaderas y serias causas que lo justifiquen.
A partir de aquí siguen muchas autotraiciones y autoengaños que sólo agravaran la situación hasta hacerla insostenible y justificar una necesaria separación. Es sorprendente como una mala o descuidada información, tomada de forma indiferente y poco seria de sus hijos hacia los padres, pueden acarrear un conflicto serio, grave e irreparable en sus vidas.
La moraleja nos descubre que debemos tomarnos más en serio las cosas. Y darnos cuenta que nuestros padres merecen el respeto, los cuidados y la seriedad, más o al menos igual que la que damos a nuestros amigos o desconocidos. Y que llega un momento que ya no debemos esperar que sigan siendo nuestros padres soluciones de problemas, sino que debemos ayudarles en solucionar sus problemas de forma voluntaria y en la medida que podamos, incluso sin que ellos nos lo exijan ni los pidan.
Porque nuestros padres procuraran siempre pedirnos poco o nada. Ellos sólo piensan en darse y darnos. Por eso son nuestros padres. Eso lo descubriremos cuando ocupemos nosotros el lugar de ellos, y seamos nosotros los padres de nuestros hijos. Entonces recordaremos y valoraremos lo que hicieron nuestros padres con nosotros.
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