Algunas veces hemos oído frases como esta. "Estoy algo desorientado, voy sin rumbo..." Y, posiblemente la hayamos pronunciado nosotros en alguna ocasión. Caminar sin saber a donde vamos es algo sin sentido y contrario a nuestra propia naturaleza. El ser humano necesita saber qué hace y a donde va, por mucho que trata de orientar su vida siempre hay caminos y lugares que no descubre y que no entiende. Su horizonte siempre es incierto, y en la medida que se acerca, más se le aleja. Siempre estará buscando esa línea imaginaria que la tiene delante, pero que nunca alcanza.
En ese recorrido ha intentado de todo. Ha descubierto muchas cosas que le hacen el camino más llevadero y agradable, pero también se ha encontrado con nuevos peligros y apetencias que le hacen dudar, peligrar su integridad y le ponen su vida en peligro. Se da cuenta que en la medida que más descubre, más interrogantes se le plantea. Recuerda, cuando mira para atrás para ver el punto de partida, que antes las cosas eran más simples, más sencillas y menos cuestionables.
Todo era más lento, más despacio y menos complejo. Sin embargo, ahora la velocidad amenaza con romper nuestro equilibrio, con confundir nuestra identidad, con no dejarnos pensar, con nos dejarnos examinar y contemplarnos, con no dejarnos mirar quienes somos y a donde vamos. Tenemos muchas más cosas, y podemos elegirlas, pero al mismo tiempo nos sentimos atados y menos libre. Con tanto lío nos percibimos agobiados, angustiados, confundidos. Incapaces de tomar decisiones y buscamos refugio en evasiones que nos ayuden a olvidar: alcohol, drogas, pastillas, placeres, juegos,...
Hemos progresado, pero notamos que descansamos peor, incluso, muchas veces, nos cuesta reconciliar el sueño. Vamos tejiendo nuestra propia tela de araña en la que quedamos atrapado. Empezamos a perder la noción de quien soy, y a desdibujarse la cartografia de nuestra situación y rumbo. Ya no sabríamos decir cual es nuestro lugar exacto. Estamos perdido, confundido, sin sentido y el mapa de nuestra vida está perdido. ¿A dónde vamos?
Aborto, eutanasia, libertinaje, relativismo, cada cual hace lo que le apetece y le viene en gana. Apetencias egoístas, intereses, concupiscencias...etc., rompen la convivencia de virtudes que deben de ser el equilibrio del ser humano. Sin control no seremos libre sino estaremos a merced de lo que cada uno quiera. Y el ser humano siempre quiere lo que no le conviene, porque lo que realmente le conviene le cuesta aceptarlo y quererlo: todo aquello que, aunque duela, le hace bien y le dignifica.
Nos cuesta llevar una dieta saludable; nos cuesta llevar disciplinadamente una vida equilibrada con ejercicios físicos y hábitos saludable; nos cuesta dejar de fumar, beber, comer de forma desmesurada; nos cuesta trabajar tanto lo necesario como pasarnos en él; nos cuesta servir y comprender las debilidades del otro; nos cuesta responder a las responsabilidades contraídas cuando van contra nuestros intereses... Nos cuesta todo aquello que significa realizar la verdad y, por eso, el mundo está como está.
Necesitamos control de nosotros mismos, y por nuestra cuenta experimentamos que es imposible. Es por lo que estamos destinados a recurrir a Alguien que nos alivie, nos fortalezca, nos oriente y nos ayude a encontrar el mapa de nuestra vida.
En ese recorrido ha intentado de todo. Ha descubierto muchas cosas que le hacen el camino más llevadero y agradable, pero también se ha encontrado con nuevos peligros y apetencias que le hacen dudar, peligrar su integridad y le ponen su vida en peligro. Se da cuenta que en la medida que más descubre, más interrogantes se le plantea. Recuerda, cuando mira para atrás para ver el punto de partida, que antes las cosas eran más simples, más sencillas y menos cuestionables.
Todo era más lento, más despacio y menos complejo. Sin embargo, ahora la velocidad amenaza con romper nuestro equilibrio, con confundir nuestra identidad, con no dejarnos pensar, con nos dejarnos examinar y contemplarnos, con no dejarnos mirar quienes somos y a donde vamos. Tenemos muchas más cosas, y podemos elegirlas, pero al mismo tiempo nos sentimos atados y menos libre. Con tanto lío nos percibimos agobiados, angustiados, confundidos. Incapaces de tomar decisiones y buscamos refugio en evasiones que nos ayuden a olvidar: alcohol, drogas, pastillas, placeres, juegos,...
Hemos progresado, pero notamos que descansamos peor, incluso, muchas veces, nos cuesta reconciliar el sueño. Vamos tejiendo nuestra propia tela de araña en la que quedamos atrapado. Empezamos a perder la noción de quien soy, y a desdibujarse la cartografia de nuestra situación y rumbo. Ya no sabríamos decir cual es nuestro lugar exacto. Estamos perdido, confundido, sin sentido y el mapa de nuestra vida está perdido. ¿A dónde vamos?
Aborto, eutanasia, libertinaje, relativismo, cada cual hace lo que le apetece y le viene en gana. Apetencias egoístas, intereses, concupiscencias...etc., rompen la convivencia de virtudes que deben de ser el equilibrio del ser humano. Sin control no seremos libre sino estaremos a merced de lo que cada uno quiera. Y el ser humano siempre quiere lo que no le conviene, porque lo que realmente le conviene le cuesta aceptarlo y quererlo: todo aquello que, aunque duela, le hace bien y le dignifica.
Nos cuesta llevar una dieta saludable; nos cuesta llevar disciplinadamente una vida equilibrada con ejercicios físicos y hábitos saludable; nos cuesta dejar de fumar, beber, comer de forma desmesurada; nos cuesta trabajar tanto lo necesario como pasarnos en él; nos cuesta servir y comprender las debilidades del otro; nos cuesta responder a las responsabilidades contraídas cuando van contra nuestros intereses... Nos cuesta todo aquello que significa realizar la verdad y, por eso, el mundo está como está.
Necesitamos control de nosotros mismos, y por nuestra cuenta experimentamos que es imposible. Es por lo que estamos destinados a recurrir a Alguien que nos alivie, nos fortalezca, nos oriente y nos ayude a encontrar el mapa de nuestra vida.
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