LA EXPERIENCIA DEL AMOR

Ocurre que confundimos los conceptos y, por consiguiente, se nos hace más difícil experimentarlos o apreciarlos. Entendemos que el amor va unido a un deseo gozoso y romántico que si no se experimenta es señal de que ha desaparecido. Entendemos que el amor excluye dolor, sacrificio, renuncia y, sobre todo, compromiso. Entendemos por amor un impulso, un sentimiento o afecto que, de la misma forma que aparece, muere. Y eso no es amor, sino simplemente eso, un impulso afectivo, emoción o sentimiento que tanto entra, viene como se va.

El amor es la capacidad de crear bien y gozo donde no lo hay, o en su lugar hay dolor y pobreza. El amor es el gozo comprometido de respetar y considerar con los mismos derechos al que se encuentra desposeído o excluido de ellos. El amor es la atracción, también física y corporal, de dos personas que se comprometen a procurarse bienestar, a respetarse mutuamente, a dar vida a los hijos anhelados por ese amor generoso que, incontrolado desespera por engendrar vida para la eternidad.

El amor es ese sentimiento comprometido y profundo, paternal y maternal, que los cónyuges experimentan irresistiblemente al proyectar su compromiso amoroso en la vida de los hijos. Sin menoscabo de ningún tipo de renuncia, de apego o apetencia egoísta. Es la apertura a darlo todo por buscar y dar la vida gozosa al fruto del amor de ambos. El amor lo es todo, y tanto que Dios nuestro Padre entregó a su único Hijo a dar su Vida por la salvación de todos los hombres.

El amor es la forma más perfecta de vida, porque es lo que nos asemeja con nuestro Padre Dios. Es a la vocación que todos estamos llamados, pero, primero entendámoslo bien. Amar no es un sentimiento ni una moda. Amar es un compromiso que exige soportarnos y perdonarnos, porque sólo en el dolor es cuando experimentamos y descubrimos el único y verdadero amor.