Si nos paramos a pensar descubrimos cosas muy curiosas. Una de ellas es que nos pasamos mucho tiempo de nuestra vida buscando. A veces nos descubrimos corriendo sin saber exactamente a dónde vamos. Se nos va la vida buscando y corriendo en la búsqueda de no sé qué cosa. En el fondo todos buscamos la felicidad, pero no todos vamos por el mismo camino.
Muchos buscamos cosas que al final solucionan poco. Y si es mucho, tampoco resulta rentable porque tienen un tiempo y volvemos a lo mismo. Me pregunto que, de buscar, buscar lo que nunca muere, lo que siempre está ahí y nos llena plenamente. No es que me parezca, sino que ese es el verdadero Tesoro, y el único que vale la pena buscar.
Desde hace tiempo, y después de buscar por muchos lugares y probar cosas y cosas, empecé a descubrir que, en este mundo, hay muchas cosas importantes y buenas, pero que no valen el esfuerzo ni la dedicación de toda una vida, porque al final desaparecen y mueren. Sólo una es Eterna y da la plena felicidad, y esa, por la Gracia de Dios, la descubrí sin darme apenas cuenta en Jesús de Nazaret.
Tenía dieciséis años y por cosas de la vida, y mi propia inocencia, me empujaron a seguirle. ¡Bendito empujón! Y, poco a poco, sin descontar extravíos y pérdidas en el camino; confusiones, dudas, oscuridades, caídas y desvíos propios de mis pecados, fui descubriendo que Jesús no sólo puede aliviarte en este mundo, sino que lo importante es que te salva para el otro mundo, el Eterno y gozoso junto a Él y el Padre.
Desde entonces, sirva este blog como testimonio, he seguido su pista y continúo tras sus pasos, porque Él es el único Camino, Verdad y Vida.
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