Todos queremos ser felices y vivir una vida cómoda, sin problemas y en paz, pero, por nuestra experiencia, sabemos que no es así. La vida es complicada y nos presenta más dolores que alegrías. Sufrimos soledades, incomprensiones, enfermedades, locuras y desenfrenos; mentiras, infidelidades, explotaciones, dictaduras, caprichos, opresiones, sometimientos, egoísmos, violencias...etc., y supongo que más cosas.
También pasamos momentos felices, pero puestos en la balanza creo que ganarían los dolores y sufrimientos, a los buenos ratos y felicidades. Sin embargo, lo que buscamos son los segundos, y en eso pasamos empeñados toda nuestra vida. Se hace necesario esclarecer a donde vamos y que pretendemos porque en esa medida encontraremos y soportaremos mejor nuestro camino y sabremos donde está nuestra meta.
Si nos fijamos, los creyentes, todos los que se han empeñado en seguir a JESÚS, han pasado y vivido un camino martirial. Sus vidas están llenas de adversidades, fracasos, soledades, rechazos, sufrimientos, dolores, trabajos... Sus vidas están llenas de cruces. Y, si tratamos de entender, es lo natural y normal, porque al que siguen vivió un vida de Cruz, y terminó en la Cruz.
Por tanto, la primera señal es que seguir a JESÚS no es vivir una vida de bienestar, sino todo lo contrario. Es una vida de Cruz y de entrega y servicio a los demás. Incluso a aquellos que nos fastidian y nos hacen sufrir. Para un creyente, claro debe tener, su calidad de vida está en la calidad de cruces que esté dispuesto a asumir, sobre todo la Cruz del amor sin condiciones hasta el punto de dar su vida si es preciso.
No buscó JESÚS una vida de bienestar, sino que se preocupó por alcanzar el bien de todos los demás. Porque para que todos, y en ese todos está la clave, alcancen el bienestar, es preciso que tú y yo nos preocupemos porque eso ocurra. Y mientras nos empeñamos en loable tarea, pasaremos nuestra vida atado a la cruz que nos ha tocado vivir. Esa constante lucha por vencernos a nosotros mismos es la batalla que debemos librar cada día, y para vencer necesitamos estar agarrado a la Cruz Verdadera en la murió XTO.JESÚS.
Pero, ocurre, que negándonos a nosotros mismos, por amor a los demás, encontramos, sería imposible de otra forma y por otros caminos, lo que tanto buscamos: "El estado del bienestar y la felicidad eterna". Es la paradoja de la vida. No está la felicidad en conseguir las cosas de aquí abajo pensando que ellas nos darán lo que buscamos, sino en negarnos a nosotros para darnos a los demás por amor. He ahí la clave y el secreto.
Pero intentarlo sólo sería imposible y disparatado. Sólo con JESÚS y en ÉL podemos alcanzarlo. Es eso lo que han hecho todos los que veneramos y nos sirven de referencia con minúscula: "Caminar al lado de JESÚS de Nazaret". En ÉL podemos luchar contra nuestras propias adversidades, soledades, incomprensiones, infidelidades, enfermedad... Su yugo es suave y su carga ligera.
Nunca equivocarnos que en vivir bien y en bienestar y comodidades, pensando en nosotros sin mirar para los demás, es la respuesta a lo que buscamos y queremos. Ese camino es el camino de la puerta ancha, del error y la perdición. Tratemos de elegir el estrecho, la puerta por la que costará entrar, pero donde, detrás, está el Tesoro que buscamos.
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