Dar la vida es el misterio más grande que el hombre puede ser. Y digo misterio porque, si el hombre ha llegado a saber como se engendra una nueva vida, no sabe por qué se produce esa vida. Sí, sabemos que el óvulo es fecundado por el espermatozoide, pero, ¿por qué ese óvulo y espermatozoide son capaces de producir una nueva vida humana? ¿De dónde viene esa esencia y sustancia que originan un nuevo ser? Sin lugar a duda, el misterio de la vida es un interrogante que el hombre no puede resolver.
Sabe engendrar, pero no sabe de donde viene ese poder para engendrar. La vida sólo le pertenece a Dios. A ese Dios, dueños y Señor de vivos y muertos, que ha Resucitado al Hijo para su gloria y para salvar a todos los hombres.
Dar vida es fuente de felicidad, porque a través de ella, el hombre y la mujer se unen en un proyecto de amor del que nacen esos frutos, que son los hijos, y, a través de ellos, experimentan y aprenden a darse y a dar. Cuando se es padre o madre, se experimenta el verdadero amor. Despierta el deseo de darse, de renuncia, de generosidad, de amor incondicional. Cuando se es padre o madre se descubre el germen de la felicidad y se experimenta que en el darse se esconde ese gozo que buscamos inútilmente en otras partes.
Porque sólo en el darse reside el gozo de la verdadera alegría y felicidad. Por eso, dar la vida y acompañarla en todo su camino es lo que realmente llena la vida del hombre y la mujer, que unidos en verdadero amor e incondicionalmente dispuestos a toda renuncia y sacrificio, se dan el uno al otro y a los hijos. Eso llena y da verdadero sentido a la vida y hace posible que nazca la felicidad en ellos.
Y todo esto porque, hoy, a las 02, 50 horas de la madrugada ha nacido una niña, dando un peso de 3, 750 kgr. y midiendo 50 cm. Esa niña es mi nieta, que hace el número cuatro de todos mis nietos. Curiosamente, nieto, nieta, nieto y nieta. En ese orden. Dos niños y dos niñas. Elevo mis oraciones un día más para que, auxiliados por el Espíritu Santo sepan emprender el camino de sus vidas hacia la Casa del Padre.
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