El
video de hoy tiene un grandísimo valor, porque como dicen por ahí “las
palabras convencen, pero los ejemplos arrastran”, y la gran fuerza de
este video radica justamente en esto, en el ejemplo. Se trata del
testimonio de felicidad de quien recibiendo un gran don ha sabido
valorarlo y cuidarlo como tal; y esto vale más que mil palabras. Se
puede percibir la grandeza de esa alegría profunda de quien ha sabido
amar en serio, a pesar de las grandes dificultades. El amor auténtico
brilla, se impone. Es algo que se transmite y que no requiere de
elaborados argumentos. Es como la luz de la que habla el Señor en el
Evangelio, esa que alumbra toda la casa. Aquí podemos reconocer a
alguien que ha recibido el don de una persona amada y ha sabido cuidar
ese tesoro, ese regalo, a través del respeto, de la paciencia, del amor
auténtico en todas sus dimensiones (física, psicológica y espiritual)…
lo cual no es fácil, pues para llevar esto a cabo, se necesitan muchas
virtudes, entre las cuales se encuentra la tan preciosa, pero hoy
malbaratada y caricaturizada, virtud de la castidad.
Ser
casto (puro) tanto antes como durante el matrimonio es algo de verdad
heroico. Deberíamos ser capaces de reconocer a los grandes héroes. Sin
embargo, muy por el contrario, hoy en día no solo no los reconocemos,
sino que los tenemos por cobardes. ¡Gran y absurda paradoja de nuestro
tiempo! Hoy se tiene a la pureza como actitud de cobardes, de carcas o
reprimidos. Y a mi parecer, este es un buen termómetro de cuánto hemos
perdido el norte. Ya desde un buen tiempo muchas de las grandes
virtudes han comenzado a ser tenidas como exageraciones cucufatas,
mientras increíblemente muchos vicios han comenzado a ser celebrados
como actitudes “con estilo”. Como me decía una vez un chico “hoy en día
ser malo es bueno, porque te permite ser aceptado y reconocido por los
demás”. Es por esto que nos cuesta reconocer a uno verdaderamente grande
cuando lo vemos, como en este video.
Ante
este panorama, creo que la solución no van tanto en la línea de dar
buenos argumentos (podríamos dar mil razones de porqué es mejor vivir la
virtud de la castidad que no vivirla; podríamos discutir largamente
sobre todas la consecuencias nefastas que ha generado la perdida de esta
virtud actualmente), sino más bien lo que se necesita sobre todo son
testimonios. Testimonios vivos y encarnados.
Personas
que puedan mostrarle al mundo lo luminosa y feliz que puede ser una
vida cuando se tiene un corazón puro. Que sean capaces de demostrar con
sus vidas que hay personas por la cuales vale la pena esperar, pues el
amor más puro se conquista a través del esfuerzo, del sacrificio, del
respeto. Que puedan transmitir que la auténtica felicidad en una
relación se construye aceptando al otro como un don preciado y frágil
que se debe cuidar constantemente (aunque implique grandes renuncias).
Solo
entonces, solo con estos testimonios que irradien esa luz, es que
podremos mirar la realidad en un modo diferente. Como sucedía con
aquellos héroes griegos a los cuales el pueblo dirigía su mirada para
saber como obrar, pues al encarnar la virtud con sus vidas, se volvían
la medida de toda norma. Su luz brillaba en lo alto, alumbrando a todos
los de la casa. Estos héroes que tanto necesitamos hoy, son lo que
nosotros llamamos santos.
Daniel P.
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