Buscábamos a nuestros padres para que nos resolvieran nuestros problemas: comida, vestidos, enfermedad, entretenimientos, confort...etc. Todo estaba en nuestros padres y ellos eran nuestros dioses. De la misma forma nosotros debemos corresponder con nuestro Padre Dios. En - Mt 18, 3 - el Señor nos lo pone claro, si nuestro corazón no cambia y se hace como el de un niño, no entraremos en el Reino de los Cielos.
Y eso significa que si no reconocemos a Dios como nuestro Padre, y nos relacionamos con Él como un Padre, igual que hacen los niños con los suyos de aquí de la tierra, nuestra camino será errado y nuestra perdición esta asegurada. Debemos, pues, cambiar y reflexionar en ese aspecto.
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