A la hora de seguir a alguien o de cambiar de hábito se suele permanecer en la misma situación o continuar con el mismo ritmo y rutina de vida. Y eso es pedirles peras al olmo. Siempre he defendido que el mayor peligro, de un adicto a cualquier sustancia, se presenta en el momento de su integración a la normalidad de la vida. Mientras permanezca en el ambiente de rehabilitación, la perseverancia está garantizada.
Las dificultades empiezan a la hora de enfrentarse a la vida diaria. Son los momentos de las tentaciones, de la autodisciplina, de la firmeza y la renuncia. Es volverse al revés como el pulpo y empezar de nuevo, como volver a nacer. Hay que romper con el ambiente y cambiar de mentalidad.
Igual ocurre con la vida espiritual. Seguir a JESÚS implica un cambio de valores y mentalidad. No se puede intentar seguirle en una pactada connivencia con los hábitos actuales y los criterios de este mundo. Hay que romper con todo lo viejo que encierra a nuestro corazón en una coraza de piedra, atenazado por los apegos, hábitos y costumbres que lo encadenan y lo ciegan.
Es necesario romper con todo aquello que esclaviza a mi razón, a lo que estoy unido, con lo intrascendente, con lo material, lo inmediato, lo caduco y perecedero, porque en ellos no se encuentra la felicidad. Porque no buscamos una felicidad para el momento, para un tiempo, sino que buscamos lo eterno, lo duradero. Y eso no anda por aquí en este mundo. No hay nada ni nadie que nos lo proporcione. No somos de este mundo.
Parecemos ciudadanos de una tierra sin horizontes y sin futuro. Porque todo lo acumulado tiene fecha de caducidad, incluso nosotros si nos apegamos a ello, y nada tiene sentido. ¿De qué me vale tener ahora si mañana no tengo? No tiene buena lógica eso, pues pan para hoy, y hambre para mañana no nos resuelve nada.
Necesitamos levantar nuestra mirada a la eternidad, dar prioridad a lo eterno, porque eso es lo que sentimos y queremos. Valores que permanezcan en el tiempo y llenen nuestra vida de esperanza. Valores cargados de espiritualidad que den sentido pleno a nuestra vivencia diaria, como la familia, la amistad, la justicia...
Indudablemente que ese cambio exige una metanoia, y esa metanoia exige esfuerzo, lucha contra corriente, renuncias, sacrificio. Se hace estrecha la puerta y, para entrar, no se nos permite llevar la mochila del bienestar, de las comodidades, del éxito, del poder, de la ambición... Tenemos que andar ligeros y despegados, porque la puerta se estrecha mucho y, llenos de cosas, las huellas de JESÚS se nos pierden.
Realmente, beber de la metanoia se hace amargo y muchas veces se nos atraganta el digerirla. Pero se hace necesario para curarnos, para continuar firmes el camino. ÉL es el centro, no nosotros. Y ÉL cargo con esa Cruz que tanto nos cuesta beber y llevar. Necesitamos cuidar más la paz interior que las cuentas bancarias. Ese es el cambio que necesitamos. Estar caminando en medio y con los dos nos atascará el camino, y seguro, nos perderemos.
Sólo así estaremos en la disponibilidad de convertir nuestro corazón de piedra en un corazón de carne. Un corazón de carne prometido por el SEÑOR, y, en ÉL, seguros de conseguirlo: "os daré un corazón nuevo, infundiré en vosotros un espíritu nuevo,
quitaré de vuestra carne el corazón de piedra y os daré un corazón de
carne (Ez 36, 26)".
Un corazón endurecido por el racionalismo, orgulloso, superior, engreido, vanidoso y autosuficiente... por un corazón de carne, pobre, sencillo, humilde, tierno, suave, cordial, obediente...etc. Fuera de individualismo, de superioridades, de seguridades, de fuerzas, de madurez orgullosa que nos conducen a posturas egoístas, cobardes, inconfesables, temerosas de la verdad...
Tenemos que hacernos como niños, necesitados de un PADRE, limitados, sujetos a equivocarnos, necesitados de ayuda, de compartir, de ser asistidos, enseñados...etc. Tenemos que morir a ese hombre viejo, y resucitar en el hombre nuevo llamado a vivir eternamente.
Pasar por una metanoia, implica tener vocación para la vida religiosa????
ResponderEliminarEn mi opinión no creo que sea necesario. Se puede seguir desde diferentes estados y situacines. Ahora me viene a la mente Tomás Moro, un cristiano consecuente con su fe y su vida.
ResponderEliminarUn abrazo.