Compartir, que empieza por la palabra y el conocimiento, pero debe terminar por todo lo que somos y tenemos. Compartir, en palabras de fe cristiana, hasta el extremo. Es decir, compartir hasta implicar nuestra vida si es necesario. Campartirlo todo.
Por eso, la llamada de nuestra fe es en estar unidos y caminar juntos. Solos, estamos perdidos, y creernos que por mis propios medios puedo crecer y descubrirme en la verdad, es como creernos capaces de supervivir, en una isla, solos. El naufrago está condenado a vivir en el error porque la verdad se descubre entre los otros. Yo me distingo de ti porque tú existe y eres diferente a mí. Yo soy alto porque tú eres bajo y...etc.
La necesidad de la comunidad y del peregrinar juntos subyace en nuestra propia esencia de persona. DIOS nos ha creado en racimos no por separados. Por eso nos ha mandado amarnos y nos ha puesto un modelo: JESÚS. Si tú te pudres, pudrirás a los demás. Es tu responsabilidad no pudrirte y mantenerte sano, para así mantener sano a los demás. Cada uno ha de velar por su salud (espiritual y materia), para de esa forma colaborar en mantener un mundo sano, como DIOS quiere.
No hay nada suelto y sin sentido, sino todo lo que descubrimos dentro de nosotros nos invita a la solidaridad, a la generosidad, al compartir, a la entrega, al amor. Y por eso, el mundo, a pesar de tanto mal se sostiene, porque el hombre y la mujer están creados para sostenerlo, por la Gracia de DIOS. Y así descubrimos también que hay mucha gente buena y que con su actuar ayuda a mantener este mundo a flote.
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