Estar ante Ti y abrirte el corazón voluntariamente para que Tú, Señor, dictes mi vida y señales mi camino, es la Gracia y la oportunidad más grande de la vida del hombre. No sólo porque los hombres y mujeres de este mundo necesitan reflexionar, pararse y reorientar sus vidas, sino porque no hay otro Maestro ni otro Consejo mejor que pueda señalarnos el verdadero y único camino de salvación.
Por eso, se hace necesario gastar parte de nuestro tiempo a estar contigo Señor, a hablarte y dialogar de nuestras cosas. Porque a Ti, me lo demuestras cada día, te interesan mucho mis cosas, y yo quiero y necesito contártelas para aprender, conducirme y caminar según tu Palabra. Te has quedado en la Eucaristía pacientemente aguardando mis visitas y dándote cada día en fecundo y real alimento para mi sostén y camino.
Te haces presente para que, no sólo te pueda ver, tocar sino hacerte alimento de mi vida y darme tu Gracia para recorrer la cruz de mi vida y llegar al Calvario de mi muerte compartiéndola contigo. Te haces milagro constante cada instante y cada momento y sin embargo los hombres perdemos la mirada en otras cosas sin apenas importancia y caducas en el tiempo.
Te pido Señor la paciencia y la sabiduría de saborear, gastar y aprovechar estos momentos contigo, porque de ellos dependerá mi vida, mi felicidad y mi salvación.
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