Habían pasado unas horas y, después de asearse, arreglarse y desayunar, Manuel salió a dar el paseo de la mañana con la intención de hacer algo de ejercicio y ver a Pedro. Ese sueño le intranquilizaba y, a pesar de que las circunstancias no coincidían con la realidad, si se mostraba algo preocupado.
Camino de la Iglesia para hacer la visita de cada día al Santísimo, trataba de interpretar ese sueño que tanto le había sobresaltado. Sentado ya delante del Santísimo, trató de hacer silencio interior y abrir su corazón a la escucha del Señor. Sin embargo, sus esfuerzos no lograban apartar de sus pensamientos esa pesadilla. ¿Qué quería decirle el Señor? Porque, de pronto, pensó si eso era obra del Señor.
Después de un largo rato, aproximadamente una hora, Manuel buscó el lugar donde solía reunirse con Pedro. Y al verlo sentado en el sitio de costumbre se alegró. Iba pensado en su sueño y deseoso de compartirlo con Pedro.
─Buenos días, querido amigo ─saludó Pedro.
─Buenos días para quien los tenga ─respondió Manuel.
─¿No los tienes tú? ─dijo Pedro algo extrañado─. ¿Acaso no has descansado bien?
─¡No, nada de eso! ─exclamó Manuel─. Se trata de una pesadilla que tuve anoche y que tiene mucho que ver con lo que hemos hablado estos últimos días.
─¿De qué se trata? ─aceleró Pedro, reflejando un gesto de curiosidad.
─De valores y derechos. No sé si es una consecuencia de todo lo que hemos hablado estos días anteriores o es una señal del Espíritu que me mueve a hablar y propagar estas ideas. ¿Qué te parece?
Pedro, algo sorprendido por el gesto de preocupación de Manuel hizo un breve silencio y dijo.
─Es cierto, los valores están cambiando y eso representa un gran y grave peligro. El amor se confunde con pasión, satisfacción y bienestar. Se ama para estar a gusto y para disfrutar y cuando ese disfrute exige sacrificio, paciencia y compromiso, se empieza a ver como una carga y un obstáculo.
─Se ama ─agregó Manuel─ interesadamente, por impulsos propios y por alcanzar satisfacciones carnales. Se ama sin referencia, sin modelo y solo como fin de mis intereses y objetivos. Se ama por y para obtener poder y por vanidad. ¡Amigo Pedro, eso no es amor!
Sí, en eso estamos, continuó Manuel, de acuerdo, y ya lo hemos hablado, pero, ¿y los hijos? ¿Qué hacemos con los hijos? Es lo que más me preocupa en estos momentos. He recordado el libro “Un mundo feliz”, de Aldous Huxley, y me ha parecido que el rumbo que está tomando este nuestro mundo – Europa – es ese. La destrucción de la familia, la propiedad privada, la cristiandad y la soberanía.
Van hacia una sociedad organizada desde laboratorios y jerarquizadas en castas o niveles de personas donde unos están para servir, obedecer y sentirse encima agradecidos, y otros para vivir en el confort, bienestar y disfrute carnal de todo tipo. Aldous lo expresa muy bien de manera profética – Un mundo feliz fue escrito en el año 1932 – una visión deshumanizada y utópica del futuro, cuando eso era impensable, algo fantasioso. Pero, sin darnos cuenta lo imaginado empieza a acercarse y a no verse tan inalcanzable.
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