Luego, saltó Pedro, ─¿por qué se empeñan en igualarnos? Hay intereses escondidos que amenazan con romper el orden establecido y cambiarlo, que no crearlo, porque Creador hay solo uno. Quizás, la clave se esconde en la globalización. Pero, de eso hablaremos más adelante.
─Supongo que eso es así, respondió Manuel. Pero, volvamos a nuestra historia.
El instituto fue el lugar donde despertaron muchas cosas dentro de nosotros. Nació la amistad y, a medida que íbamos descubriendo el mundo que nos rodeaba, percibíamos el desarrollo natural que dentro de nosotros, sin apenar darnos cuenta, se iba gestando.
─¡Oye!, ─dijo Manuel, una de las cosas de mi juventud fue el recordar cuando muchos profesores y sacerdotes nos decían que nosotros éramos el futuro del mañana. Sabía lo que decían, pero no llegaba a comprenderlo. Años después, y con la llegada de la democracia, observaba que algunos de aquellos jóvenes de mi época eran los nuevos alcaldes de los pueblos y ciudades de mi país. Y muchos otros, los médicos, los profesionales administrativos, empresarios, obreros…etc. ¡Claro, evidentemente, mi generación y otras anteriores y posteriores muy próximas habían tomado el relevo de nuestros abuelos y padres, las que estaban cuando éramos jóvenes!
─Y ahora ─replicó Pedro─ las de hoy serán el futuro y el pilar de las nuevas sociedades que se irán formando mañana.
Manuel, se paró y sus facciones reflejaron cierta preocupación. Con voz tenue y casi sin consistencia exclamaba, ─¡qué gran importancia tiene la educación! Según, se dijo, la educación de los jóvenes de hoy será el futuro de mañana.
Pedro se dio cuenta de lo que Manuel decía y asintió también con cierta preocupación. ─Sí, la vida evoluciona, pero los valores se mantienen. El amor fue lo mismo en nuestra época que lo será ahora y más adelante. Si hoy lo bueno y bello es amar, dándose y sirviendo unos a otros en verdad y justicia, mañana no puede ser de otra manera. ¿Estás de acuerdo, Manuel?
─Totalmente de acuerdo ─continuó Manuel─. Eso explica la gran importancia de aprender a observar, a discernir, a pensar y a escrutar para tener una opinión propia. Se necesita formación para tener la capacidad de entender y sacar el valor de lo bueno, lo justo y verdadero y lo que engrandece y dignifica al hombre y la mujer. En la escuela se debe enseñar a ser consecuente y a tener tu propia opinión siempre, ¡claro está!, buscando la verdad.
─Eso es lo que pensaba ─dijo Pedro─. El hombre tiene en su mano el cambiar los valores y su propia ordenación. Es grande esa libertad que le ha sido dada, pues las abejas no son libres, seguirán haciendo lo mismo miles y miles de años. Sin embargo, el hombre puede cambiar e incluso destruirse. De ahí la importancia de sustentarse en una buena educación buscando siempre la verdad y el bien.
El paseo llegaba a su fin y el tema tendría que cerrarse. Pedro tomó el camino de su casa y Manuel entró en la suya, pues estaba en frente de ella. Era un sueño estar reviviendo, como si fuera ayer, la época de mi juventud. Observé que la puerta estaba abierta y recordé que en mi tiempo no había ninguna preocupación, tanto las casas como los coches se dejaban abiertos, aunque en las grandes ciudades se empezaba a hablar de robos y pillajes.
La educación es fundamental en la vida de las personas. Los valores se transmiten de padres a hijos y si se produce una interrupción, la vida puede trastocarse y el hombre pervertirse. No es nada nuevo, ya ha pasado en la antigüedad (Sodoma y Gomorra, Pompeya…). De ahí la gran importancia de la educación.
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