Sí, la muerte es el pasaporte que nos lleva al encuentro con Dios. Con ella compramos el billete de nuestra gran y misteriosa travesía. Vista desde ese ángulo, la muerte es lo más grandioso que nos puede ocurrir, porque nos vamos a través de ella hacia el encuentro con el Padre. ¿Se te ha ocurrido pensar que pasaría si te quedarás siempre en este mundo? ¿Te has imaginado con ciento setenta o más años? ¿No crees que te cansarías de tanto vivir? Supongo que sería algo así como imaginarte encerrado en una isla sin poder salir para siempre. O permanecer en una cárcel condenado a cadena perpetua.
La muerte es el final del trayecto y con la que vamos directamente al encuentro con el Señor. En el recorrido de tu vida podrás pensar lo que te parezca, o lo que tu razón deduzca, pero ese momento llegará y tendrás que comprar ese billete donde rezará fin de trayecto del mundo y destino a otro mundo. Será un viaje que llegará proyectado o no. En muchos casos nos viene de improviso y sin avisar, lo que nos advierte que hay que estar preparado. Pero, siempre llega. Lo puedes comprobar con los que ya se han marchado, incluso dentro de tu círculo familias y amigos. Nadie se queda. Todos harán ese viaje.
También lo hizo Jesús. Vivió tres años y tras la muerte subió al Cielo. Está escrito y testimoniado por sus compañeros, los apóstoles, que compartieron con Él esos tres hermosos años. Y nos dejó dicho que, a partir de su Ascensión, ya no le veríamos más, pero que dentro de poco le volveríamos a ver -Jn 16, 16-20-. Eso te ocurrirá a ti también cuando te toque comprar ese billete que te llevará a su presencia. De ahí la gran importancia de preparar tu viaje. Es el viaje más importante de tu vida y, muchos, ni siquiera se lo plantean ni lo preparan. Un viaje que está siempre en tu agenda, pues puede presentarse la ocasión en cualquier momento.
Será, no necesario, sino muy necesario e indispensable plantearse ese viaje y prepararlo, pues de nada te servirá hacer otros muchos viajes y conocer muchas cosas que al final no significarán nada en tu vida. Un viaje que tendrás que hacer tú sólo, sin ninguna compañía, porque nadie puede acompañarte. Sólo estarás tú y Dios. Nadie podrá hablar por ti. Tú y Dios solamente. Habrá, en ese momento, acabado tu libertad y nada se podrá ya cambiar. Sólo se hablará de tu amor y cuanto has dado en ese recorrido de tu vida. Y de él dependerá tu nueva y hermosa vida, que será eterna. O tu desdichada y sufrida vida, que también será eterna.
Todo depende de ti en este momento. Cada segundo cuenta, así que, sin pérdida de tiempo ponte a buscar a ese tour operador de viaje que te ayude a prepararlo. Hay uno que lo hará gustoso. Se llama Espíritu Santo y está muy cerca de ti. Lo tienes dentro de ti y puede orientarte y ayudarte a prepararlo. Ahí está lo más importante de tu vida. No pierdas el tiempo y aprovéchalo.
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