La mayoría de las veces nos molestamos cuando las cosas se nos ponen feas. A veces coinciden muchas cosas en el tiempo que nos exigen estar disponibles y nos molesta y nos ponen los nervios de punta. Incluso nos negamos y resistimos a estar disponibles y servir. Es el momento de preguntarnos, pero, ¿qué es la cruz?
Hoy, concretamente, después de una semana atareada que casi no te dejan descansar, y llamo descanso tomarte un pequeño tiempo para ti, me suena el teléfono y me piden recoger mañana a una persona que regresa a su casa después de cumplir con la condena. Tengo que recogerlo en la cárcel a las 09,15 horas, y acercarlo a la estación de autobuses para trasladarse por barco a Fuerteventura.
Mi primera e instintiva reacción fue molestarme interiormente. Ahora que podía descansar, solicitan mi colaboración. ¿No hay otro que lo pueda hacer? Pero, inmediatamente y al instante comprendí que yo era el solicitado y el llamado, ¡sabe Dios para qué!, a realizar esa misión y servicio.
¿No estamos deseando tomar nuestra cruz? ¿O lo decimos porque suena bien y para que nos oigan? Pues estas son las cruces que tanto pedimos o decimos de cargar. Ésta es la oportunidad de tomarla y cargarla en tu espalda y ofrecérsela al Señor. Cargarla con gusto y por amor.
Sí, Dios mío, a pesar de que me duele e incómoda, mañana tomaré esa pequeña cruz para servirte en ese prójimo que termina su calvario de cautividad y sale a la libertad. Dame la Gracia de hacerlo por amor y por servicio, y de poner todo lo que esté de mi parte para servirle con amabilidad y eficacia. Y pon en mí, Espíritu Santo, las palabras precisas para, en tu Nombre, servirle de luz y contacto contigo. En tus Manos, Señor, pongo todo mi esfuerzo y voluntad.
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