—¿Tú lo habías pensado, Pedro? Tengo que decir que alguna vez me había sentido más sometido. La vida parece que te empuja y que en lugar de simplificarse, cada día es más compleja y, sin darte cuenta, te encuentras corriendo sin tiempo ni para pensar quién eres o a dónde vas. Pero, nunca había llegado a esa conclusión. O, al menos no me la había planteado de esa forma.
Detrás de todo esto hay planes e ideas. Ideas que se van transformando en ideologías. Quizás, no premeditadas, pero si nacidas de tentaciones vanidosas que vienen del poder. Mucho poder, mucha concentración de poder va tentando y provocando en el ser humano un afán vanidoso de ser más, de ser más fuerte, de ser el mejor y de someter a los débiles. Y terminas por hacerlo tu meta, tu objetivo y tu ideología.
Y establecido el plan buscas los socios que estén tentados como tú, por supuestos poderosos, y se ponen el reto de hacerse los dueños del mundo. Que de alguna manera lo son ya, pero, el objetivo ahora es ponerlo a tus pies y hacerlo tu servidumbre. ¿Entiendes, Pedro?
Parece una utopía, pero, si te paras a pensar y a observar, ves que esas etapas se van cumpliendo. Y la gente, cada vez más preocupadas en sus quehaceres cotidianos no se dan cuenta. Por eso interesa el consumo, el ocio, la diversión, los espectáculos y…etc. Se trata de dar de comer a la servidumbre para que te quiera y esté agradecida.
¿Y no serán los mismos que mandan en los Bancos los que urden y canalizan estor proyectos? ¿Y no será la globalización la culpable de esta tentación? No por sí misma, pero, sí porque tienta tanto poder, tanta tentación de usarlo para tu propia vanidad, tu afán de codicia y tu propia ideología. Llegas por pensar que eres tan poderoso que te sientes capaz de organizar un mundo nuevo. Y posiblemente un mundo feliz según tu jerarquía de valores.
Ahora, después de tantos años empiezo a pensar que aquellos pensamientos distópicos, descritos en la obra de Orwell y Huxley pueden convivir en el ser humano y derivar a la distopía. Un ser humano, diabólico que goza con someter el mundo a sus caprichos, a su orden ideológico privándole de sus derechos fundamentales (familia, fe, esperanza, caridad, justicia, verdad, amor) para poner los suyos.
Llega un momento que se creen dioses y su ceguera es tal que se imaginan un mundo disparatado donde la distopía se convierte en su propia destrucción. Concluyó Manuel.
—¡La verdad que parece un sueño irrealizable, fantástico, distópico! —Dijo Pedro asombrado.
—Sí, eso parece, pero los pasos que hemos ido percibiendo, ahora con mayor madurez, están confirmando lo que pensamos. Quizás están lejos, pero hay momentos que parecen muy cerca. Los vaivenes de la política parecen que están a favor de toda esa corriente que vemos avanzar en la misma dirección. Precisamente —resumió Manuel— si analizas la obra de Orwell, Rebelión en la Granja, encuentras paralelismos.
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