Realmente, toda mi vida, desde muy joven, he sentido la inclinación de buscar lo imperecedero, lo que realmente vale para toda la vida. Hoy, después de muchos años de búsqueda, empiezo a comprender que nada de lo que nos rodea vale tanto como la vida misma y, sobre todo, cuando esa vida que se me ha regalado tiene la posibilidad de ser eterna y gozosa para siempre.
Desde esa perspectiva, todo lo estimo basura, diría San Pablo, y así quiero también decirlo yo ahora. Nada de lo que mi propia vida terrenal puede darme tiene sentido ni valor comparado con lo que puedo alcanzar en la otra que llamamos del otro mundo. Porque, una de las cosas que he llegado a entender, quizá, por obra del ESPÍRITU, es que mi vida no va a terminar, quiera yo o no quiera.
Mi vida va a seguir, sólo que estará gozosa y feliz eternamente, o desesperada, amargada y martirizada eternamente. Ambas posibilidades están ahí y son verdaderamente ciertas. Puedes creerme o no, pero lo son. Para muestra te sugiero leer "Entre el cielo y la tierra" de María Vallejo-Nájera, que supuso a su autora un cambio radical de vida.
Son testimonios serios, de personas de carnes y huesos. Algunos contemporáneos, como el Padre Pio de Pieltrelcina y otros muchos más, amén de la autora del libro, persona seria y formada que no están para engañar ni para perder el tiempo con tonterías. La cosa es mucho más seria de lo que algunos creemos, y el tiempo es oro que lo perdemos tontamente entre basurillas que consumimos y no nos llenan plenamente.
Y estamos avisados, pero que muy avisados, sólo que la mayor parte no quiere enterarse y andan ciegos, drogados por las cosas de este mundo que sólo ofrecen cachitos de felicidad perecederos que, al final, nos desesperan más. Es cuando, en la desesperación, encontramos las respuesta de vislumbrar que las cosas no nos dan la felicidad que buscamos, sólo en el darnos y amarnos encontraremos la felicidad buena, la que vale para SIEMPRE.
Tengo que confesar y admitir que la lectura de ese libro, providenciamente ofrecida por un compañero, ha supuesto un aire fresco que ha reforzado mi fe un poco más fuerte, no sin antes hacerme pasar, y lo estoy pasando, por momentos de tribulaciones, santo temor y desconcierto. Y, paradogicamente, no tenía ganas de leerlo, tenía otro material preparado para hacerlo, y confienso que me cuesta leer. Es uno de mis grandes defectos y pesares.
Ha sido como una luz, gracia actual, que me ha alumbrado la importancia de la oración, el ayuno y limosna de forma providencial y a las puertas de empezar, muy pronto, un nuevo tiempo litúrgico de la Cuaresma, tiempo de oración, ayuno y limosna.
Quiero narrarle una secuencia de este libro que me parece, como casi todo, importante para alumbrar esta vivencia que quiero participarles. Se trata de esclarecer la importancia del ejercicio del ayuno, ahora tan importante para ofrecerlo por nuestros hermanos de Haiti y otros que, por estar fuera de nuestro alcance físico, nos parece imposible hacer mucho por ellos, sí no son cosas materiales y económicas que enviarles, qué, algunos por carecer, nos quedamos inmóvil justificando no poder hacer nada.
Incluso, diría que más importante que dar es "darse", porque el darse significa más, y es casi irresistible para nuestro PADRE DIOS no aceptar un sacrificio de un corazón contrito y humillado. Porque el darse nace desde dentro del corazón y no puede engañarse en apariencias y sobras.
A la pregunta, ¿Padre, yo no entiendo eso del ayuno? ¿Para qué sirve además de para que el pantalón me cierre un poco mejor?, de la autora a un sacerdote misionero de la República Dominicana, que convive con los más pobres entre los pobres, éste contestó. "Es muy sencillo". Tú siempre tienes comida en el plato, mi gente no.
Obviamente, no puedes venir a ofrecer tu alimento del día a algún hambriento de mi aldeíta, pero si puedes ofrecer sustento a un pobre en tu barrio madrileño. Y puedes hacer algo mucho más valioso aún: puedes compartir con él su hambre. Esa que el padece a diario tú puedes sentirla sólo hoy. Así aprenderás lo que verdaderamente duele no recibir alimentación durante todo un largo día.
Tú lo solventarás mañana, pero el mendigo de la esquina de tu casa volverá a pasar hambre. Por eso, para compartir un día su dolor, ayuna hoy y, con el dinero ahorrado de ese almuerzo, cómprale a él un buen alimento para este día. Le saciarás el cuerpo y tú saciarás tu corazón. A tus ojos tu acción es nimia, pero a los ojos del hambriento, es vida.
Enseguida me viene al pensamiento. ¿No será esa la solución a tanta miseria y hambre que pasan en este momentos muchas familias que se han quedado desnudas y en la calle de un mes para otro?
Desde esa perspectiva, todo lo estimo basura, diría San Pablo, y así quiero también decirlo yo ahora. Nada de lo que mi propia vida terrenal puede darme tiene sentido ni valor comparado con lo que puedo alcanzar en la otra que llamamos del otro mundo. Porque, una de las cosas que he llegado a entender, quizá, por obra del ESPÍRITU, es que mi vida no va a terminar, quiera yo o no quiera.
Mi vida va a seguir, sólo que estará gozosa y feliz eternamente, o desesperada, amargada y martirizada eternamente. Ambas posibilidades están ahí y son verdaderamente ciertas. Puedes creerme o no, pero lo son. Para muestra te sugiero leer "Entre el cielo y la tierra" de María Vallejo-Nájera, que supuso a su autora un cambio radical de vida.
Son testimonios serios, de personas de carnes y huesos. Algunos contemporáneos, como el Padre Pio de Pieltrelcina y otros muchos más, amén de la autora del libro, persona seria y formada que no están para engañar ni para perder el tiempo con tonterías. La cosa es mucho más seria de lo que algunos creemos, y el tiempo es oro que lo perdemos tontamente entre basurillas que consumimos y no nos llenan plenamente.
Y estamos avisados, pero que muy avisados, sólo que la mayor parte no quiere enterarse y andan ciegos, drogados por las cosas de este mundo que sólo ofrecen cachitos de felicidad perecederos que, al final, nos desesperan más. Es cuando, en la desesperación, encontramos las respuesta de vislumbrar que las cosas no nos dan la felicidad que buscamos, sólo en el darnos y amarnos encontraremos la felicidad buena, la que vale para SIEMPRE.
Tengo que confesar y admitir que la lectura de ese libro, providenciamente ofrecida por un compañero, ha supuesto un aire fresco que ha reforzado mi fe un poco más fuerte, no sin antes hacerme pasar, y lo estoy pasando, por momentos de tribulaciones, santo temor y desconcierto. Y, paradogicamente, no tenía ganas de leerlo, tenía otro material preparado para hacerlo, y confienso que me cuesta leer. Es uno de mis grandes defectos y pesares.
Ha sido como una luz, gracia actual, que me ha alumbrado la importancia de la oración, el ayuno y limosna de forma providencial y a las puertas de empezar, muy pronto, un nuevo tiempo litúrgico de la Cuaresma, tiempo de oración, ayuno y limosna.
Quiero narrarle una secuencia de este libro que me parece, como casi todo, importante para alumbrar esta vivencia que quiero participarles. Se trata de esclarecer la importancia del ejercicio del ayuno, ahora tan importante para ofrecerlo por nuestros hermanos de Haiti y otros que, por estar fuera de nuestro alcance físico, nos parece imposible hacer mucho por ellos, sí no son cosas materiales y económicas que enviarles, qué, algunos por carecer, nos quedamos inmóvil justificando no poder hacer nada.
Incluso, diría que más importante que dar es "darse", porque el darse significa más, y es casi irresistible para nuestro PADRE DIOS no aceptar un sacrificio de un corazón contrito y humillado. Porque el darse nace desde dentro del corazón y no puede engañarse en apariencias y sobras.
A la pregunta, ¿Padre, yo no entiendo eso del ayuno? ¿Para qué sirve además de para que el pantalón me cierre un poco mejor?, de la autora a un sacerdote misionero de la República Dominicana, que convive con los más pobres entre los pobres, éste contestó. "Es muy sencillo". Tú siempre tienes comida en el plato, mi gente no.
Obviamente, no puedes venir a ofrecer tu alimento del día a algún hambriento de mi aldeíta, pero si puedes ofrecer sustento a un pobre en tu barrio madrileño. Y puedes hacer algo mucho más valioso aún: puedes compartir con él su hambre. Esa que el padece a diario tú puedes sentirla sólo hoy. Así aprenderás lo que verdaderamente duele no recibir alimentación durante todo un largo día.
Tú lo solventarás mañana, pero el mendigo de la esquina de tu casa volverá a pasar hambre. Por eso, para compartir un día su dolor, ayuna hoy y, con el dinero ahorrado de ese almuerzo, cómprale a él un buen alimento para este día. Le saciarás el cuerpo y tú saciarás tu corazón. A tus ojos tu acción es nimia, pero a los ojos del hambriento, es vida.
Enseguida me viene al pensamiento. ¿No será esa la solución a tanta miseria y hambre que pasan en este momentos muchas familias que se han quedado desnudas y en la calle de un mes para otro?
Hola Salvador,
ResponderEliminarPrecisamente el último fin de semana hemos recibido la visita del padre Tom Euteneuer en Perú. Él es el presidente de Vida Humana Internacional, y nos comentaba que el aborto es un tema muy cercanamente relacionado al demonio, y quienes trabajamos por la vida necesitamos mucha oración, teniendo en cuenta que algunos demonios solo pueden ser expulsados con ayuno y oración...
A propósito, ya se viene la campaña de 40 días.
Gracias y bendiciones