Creo que es el título de una película, pero no me refiero a ella sino al año que empieza. Sí, empezamos un nuevo año, y podemos empezarlo de varias formas. Una puede ser tomarlo con la mayor indiferencia como si nada hubiese ocurrido. Hay quienes consideran que todo es una continuidad, un todo continuo y nada hay que celebrar. Si, acaso, se enganchan a la fiesta y al consumo.
Otros pueden cogerlo por una festividad que despide al año que se va y recibe al que llega. Todo ello lo adornan con cenas especiales, alcohol y música. Se termina, no el año sino el día, con dolores de cabeza, cansancio y borrachera los unos, y otros peor quizás más tristes que cuando terminaba y empezaba el nuevo año. No queda nada sino vacío y una fecha más que había que celebrar y se celebró.
Y, supongo, que habrá mil y una forma más de vivirlo y tomárselo. Pero creo que la mejor y más provechosa forma es pensar que, por la gracia de DIOS, he llegado a terminar y vivir un año más y empieza un año nuevo.
Un tiempo en el que se me ofrece la oportunidad de volver a empezar y empezar en el esfuerzo de mejorar, de dar un paso más hacia adelante, de crecer en bondad, en perfección, en atención, en servicio, en disponibilidad, en tratar de ser más generoso, en obediencia, en comprensión, en misericordia, en paciencia y en transmitir esperanza, esperanza de vivir cada día como una nueva oportunidad de dar razón y testimonio de que DIOS nos quiere y nos salva.
Seguro que habrá momentos difíciles y duros, y hasta desesperantes, en los cuales piensas que ya nada vale la pena, y que quizás hubiera sido mejor no haber nacido. Son momentos en que nos asalta el pensamiento de quitarnos del medio. Sin embargo, lo mejor es pensar que eso es normal. Nuestra vida está llena de momentos buenos, menos buenos y malos, y en todos hay que tener paciencia y control sobre ellos.
Se hace muy necesario y útil reflexionar serenamente. Recordar que todo pasa y siempre hay esperanza de rehacerse, de volver a empezar. Muchas cosas nos pueden ayudar en esos momentos, el cine, los recuerdos, las historias, la lectura, la Biblia...etc. Recomiendo pensar en la película, la he visto unas cinco o más veces, ¡Qué bello es vivir!, que suelen ponerla por Navidades. Vale la pena tenerla memorizada y recordarla en esos momentos en que todo parece en contra.
DIOS no está ausente, no se olvida, no desaparece... está a nuestro lado, nos entiende, nos valora, nos trata con justicia misericordiosa porque nos regala bondad, comprensión y tolera nuestros fallos y errores. Con ÉL se puede empezar de nuevo, sin problemas, sin miedos y sin rencores. ÉL se olvida de todo, nos perdona con misericordia y nos ama hasta el punto de estar dispuesto a recorrer todo el camino con nosotros. ÉL es nuestra esperanza y nuestra razón de vivir. Por lo tanto, no desesperos, empecemos el año con ÉL.
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