Ayer vi una película
donde, según los críticos, les dejo el enlace de la crítica y película - ver aquí
- para que puedan sacar sus conclusiones.
Al margen de todo
eso, y sin negar nada de lo positivo y negativo desde el punto de vista cinematográfico
– del que entiendo poco – y de las conclusiones sociales que puedan derivar de
la película, si creo, al menos a mí me ha parecido interesante, que detrás de
cada hombre hay una sensación e intuición de que hay alguien al que quizás no ve
pero con el que, si llega a descubrirlo, puede hablar y encomendarse a él con
la seguridad de que será auxiliado, asistido y protegido.
Desde el primer momento
que empecé a ver la película distinguí esa imagen ficticia de Harvey con la
real del Espíritu Santo. Espíritu que entra a formar parte de nuestra vida
desde la hora de nuestro bautismo. Y que su presencia en ella es y está para
orientarnos en el camino, iluminarnos y trazar el rumbo correcto por donde
debemos de ir.
No cabe ninguna duda que cada cual a su manera experimenta esa sensación de tener alguien que le pueda ayudar y asistir tanto en los momentos tensos y de peligro como en los desconcertantes y desorientativos. Esas frases tan populares: ¡Dios mío; ¡Hay mi madre! ¡Madre mía!...etc.
Todos buscamos la felicidad y experimentamos
momentos de oscuridad, de duda y de perdernos por el camino. Simultáneamente
sufrimos tentaciones que nos seducen y nos apartan, engañándonos, de lo que
realmente queremos encontrar y buscar. La idea de felicidad se nos puede
presentar de forma aparente y falsa y, sin ayuda, caemos por nuestra debilidad
natural, en la trampa.
Harvey representa
ese Espíritu que acompaña, da paz, serenidad y deseos de bondad. En definitiva,
de amor y misericordia. Y ese Harvey,
presentado de manera ficticia y bajo la forma de un conejo blanco y gigante, está
en el pensamiento de cada hombre. No cabe ninguna duda de la distancia Infinita
con el Espíritu Santo, pero para un católico creyente, desde la fe, el Espíritu
Santo es la presencia de Dios que le acompaña, asiste y auxilia en cada paso e instante
de su vida.
Detrás de todos los posibles errores, de la negativa adicción alcohólica y desde la fantasía que lleva a la ironía y humor, yo veo a ese Espíritu de Dios que a partir de la hora de mi bautismo camina conmigo, me habla, me impulsa y orienta mi camino. Quizás el problema puede estar en que no le escucho o le presto poca atención.
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