No te afanes en rezar si lo que ofreces en tus rezos no va acompañado de vivir eso que dices y ofreces. Porque no es que sea malo, sino hueco, con perfume a mentira y resulta chinchoso. Supongo que al Señor le resultará vacío y lamentable.
Procura esforzarte en vivir lo que le dices y reza. No digo que lo cumplas, porque partiendo de mi propia realidad y vivencia, me avergüenzo de tantos fallos diarios que necesito fuerza moral para empezar de nuevo y dirigirme al Señor. ¡Una cosa he descubierto!, y es que el Amor del Señor es Infinito y Paciente, porque para aguantarme, perdonarme y quererme hasta entregar su Vida por mí, me parece incomprensible y nunca llegaré a entenderlo. ¿Tanto valemos para el Señor? Porque también la ha dado por ti y por ti...
No es fácil, pero no vamos solos en el reto. Contamos con su Gracia y con Él lo podemos todo. Xto. y yo mayoría aplastante. Créetelo porque es verdad. Sin él nada podemos hacer, pero con Él lo podemos todo, porque no seremos nosotros sino la fuerza de su Gracia. Y al Señor no se le resiste nada.
No se trata de correr a buscar en la calle, en las parroquias, en las asociaciones, en... Empieza por tu casa, por tus familiares, por tus compañeros de trabajo, por los amigos de ocio y diversión, por la gente con la que tropiezas cada día o casualmente. También en tu parroquia y luego donde el Espíritu vaya llevándote. Cuando llegue el soplo del Espíritu estarás esperando y preparado para, con su Gracia, atreverte al reto que te presente.
Tampoco se trata de grandes cosas. No aspires a grandezas. Esas solo las puede alcanzar el Señor. Empieza por cosas sencillas y al alcance de tu humilde esfuerzo. Por ejemplo, una sonrisa, buen trato, paciencia y soportar las impertinencias... Escuchar, atender, disponibilidad, servicio, compartir alegrías y penas... El reto es sorprenderle con nuestra honradez, sana y buena intención, con nuestro sentido de justicia,...etc.
Lo importante es que descubran tus esfuerzos por amarle, porque todo eso en lo que te afanas es amor. Y luego corre y con ilusión, alegría o tristeza compártelo con el Señor. Háblale de tus éxitos o fracasos y de tus interrogantes y preocupaciones. Encontrarás respuestas porque el Señor te estará escuchando.
Así tu oración será viva, comprometida, exigente, entregada, servicial y llena de amor. El Señor te oirá y en Él descansarás.
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