Parece contradictorio que busquemos conflictos y que esos conflictos nos sirvan como medios para alcanzar la salvación. Desde mi punto de vista, aceptando que pueda estar equivocado, creo que el conflicto me da la posibilidad de esforzarme en el amor y exigirme comprender, soportar y llenarme de paciencia. Eso prueba mi actitud de amar, y esa será la prueba en el atardecer de mi vida.
Por lo tanto, el conflicto puede convertirse en algo muy necesario para la vida. Hoy concretamente, 23, jueves, de octubre, el Evangelio nos plantea que nuestro corazón arda, arda en deseos de guerra y de conflictos, pero conflictos que busquen esperanza de justicia, de verdad y de paz. En ese sentido, Jesús nos llama a que permanezcamos ardiendo interiormente y busquemos caminos de justicia, de amor y de paz, aunque nos ocasionen circunstancias de conflictos y guerras.
Porque la verdad no se puede agachar ante la mentira. Tiene y debe luchar por emerger y descubrir la mentira proclamando, desde la palabra y la vida, la verdad. Diríamos en este sentido que quienes no tengan conflictos van por mal camino, porque la vida plantea desde el principio un conflicto entre la verdad y la mentira. Conflictos que muchos viven dentro de ti. La verdad que busca el respeto, la libertad y la justicia entre los hombres, y la mentira que trata de engañar, de someter, esclavizar y excluir a muchos para mandar y enriquecerse unos pocos.
Ese es el conflicto que nos plantea la vida, nuestra vida, y el que Jesús nos proclama desde la Palabra que anuncia la Verdad y la Salvación de todos los hombres. La victoria del Amor sobre el pecado. La victoria de la Cruz sobre la muerte.
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