Siempre he defendido que hace falta, ¡y mucho!, pararse, pero no para simplemente descansar, sino que, haciendo también eso, ejercitarnos en meditar, reflexionar y observarnos interiormente y exteriormente. Todo vale con tal de orientarse al rumbo verdadero y a lo que verdaderamente tiene sentido.
Leyendo una buena revista, que me llego por recomendación de mi buena amiga Marisela, y además totalmente gratuita, he encontrado un icono donde se refleja y se afirma lo que he defendido y reflexionado muchas veces en este y otros blogs, así como en comentarios diversos. Inmaculada Galván (ver aquí) representa ese tipo de mujer que reivindica su roll de madre que había diluido con tantos años de profesionalidad y de trabajo.
Ahora, por motivos que dejo que lean de mano directa en el enlace que les he dejado, quiero fijarme en su nueva experiencia como madre, centro de su familia, a la que dedica todo su ser en estos momentos. Descubre y se reafirma en la necesidad de saber parar, pensar y reconducir su vida.
Descubrir estar en familia, hacer cosas que antes eran imposible hacerlas, estar con mis hijas y atenderlas, acompañarlas, aconsejarlas, ayudarlas, orientarlas, acostarlas, despertarlas, servirles el desayuno y tomarlo con ellas, hablarnos y... es un premio sorprendente aparecido después de tomar esta decisión, decisión coherente con sus principios y creencia.
Quiero fijarme en la necesidad de ser madre y en descubrir el gran valor que significa eso. Antes, su marido, que también le toca, ha estado ahí al pie del cañón. Y es que un matrimonio responsable y consciente de sus responsabilidades tienen que conjugar el trabajo con la educación y acompañamiento de sus hijos. Es eso lo que quiero resaltar y en donde me quiero fijar fundamentalmente. Creo que el ejemplo de Inmaculada y su marido nos sirve para alumbrarnos.
No estoy diciendo que el trabajo y los problemas económicos no haya que buscarle solución y dedicarle tiempo, pero no en aras de abandonar la familia. La familia por encima de todo es nuestra primera responsabilidad y prioridad. Dependemos todos, la sociedad, de que las familias sean bien educadas y cuidadas, pues, ellos, los hijos, serán los padres del mañana y los profesionales del futuro.
Sin criterios, sin virtudes que conserven los valores inmutables, sin educación no sabrán que rumbo tomar, y si no saben donde ir se perderán, y perdidos sufrirán decepción, frustración, vacío... Se encontraran navegando sin rumbo y a merced de los lobos que desean manipularlos.
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