Nos descubrimos buscando una y otra medida para solucionar los problemas de este mundo. El Gobierno de turno y el de la oposición debaten cual es la medida oportuna y eficaz para sacar adelante las dificultades y problemas que nos acucian, y la lucha es constante, pero los resultados siguen en el mismo lugar: "cada vez hay más problemas y nos alejamos de las soluciones".
Paralelamente ocurre lo mismo en el terreno científico e investigación. La carrera de la lucha contra la muerte es desesperante, y el hombre no encuentra la clave para salir victorioso a pesar de ganar pequeñas batallas pero nunca la guerra. Tanto es nuestra obstinación en ello que perdemos el horizonte de nuestro destino y olvidamos quienes somos, qué hacemos y a donde vamos.
Sería bueno dejar los bártulos y respaldarnos en la silla para reflexionar serenamente y mirarnos con paciencia y optimismo, porque estamos aquí puestos por Alguien y para un destino concreto y real. Quizás las inquietudes de este científico que describo a continuación puede ayudarnos a destapar y descubrir donde está el tesoro que buscamos:
¡Vamos a arreglar el mundo!
¿Quieres cambiar el mundo? Disfruta cada día como si fuera el último, ya que uno nunca sabe cuando llegará el último día.
Autor: Juan Rafael Pacheco | Fuente: Catholic.net
Muchos conocen la historia del científico que vivía sumamente preocupado con los problemas del mundo, decidido a buscarles solución.
En algún momento, su hijito de siete años entra en el laboratorio deseoso de ayudar a su papá. El científico, por lo contrario, nervioso por la interrupción y viendo que era imposible sacarlo, cogió una revista que tenía en su portada un mapa del mundo, se la arrancó, la cortó en varios pedazos con una tijera, y se la dio al niño para que se entretuviera armando el rompecabezas, mientras él continuaba tranquilamente con sus experimentos.
Luego de unas pocas horas, el buen hombre oyó que el niño le decía: “Papá, ya arreglé el mundo.”
El científico, asombrado, levantó la vista del microscopio pensando que lo que vería sería el resultado del torpe trabajo de un niño. Sin embargo, para su gran sorpresa, el mapa estaba completo. Todos los pedazos habían sido colocados perfectamente en sus respectivos lugares. ¿Cómo había sido esto posible? ¿Cómo era que el niño había logrado esto?
Intrigado, dijo a su hijito: “Hijo, tú no sabías cómo era el mundo. Entonces, ¿cómo lograste armarlo?”
“Papá” -le dijo el niño- “yo no sabía cómo era el mundo, pero cuando arrancaste el mapa de la revista para recortarlo, yo vi que del otro lado tenía la figura de un hombre. Así que le dí la vuelta a todos los pedazos y comencé a organizar al hombre. Cuando conseguí arreglar al hombre, volteé la hoja y vi que había arreglado al mundo.”
Debemos estar conscientes, leí en algún momento, que el verdadero triunfo del hombre es lograr la familia que anhela, mostrar la bondad que recibe y tener verdaderos amigos.
Que la verdadera sabiduría es aprender a escuchar y saber cuándo opinar, es comprender los problemas y saberlos resolver, y poder brindar al mundo lo que realmente uno sabe.
Que la verdadera fe es pedir y saber que Dios nos escucha, saborear los momentos que compartimos con Él, poder cerrar los ojos y sentirlo junto a nosotros.
Que la verdadera amistad es sentir la hermandad que une a personas de sangres diversas, es saber que su mano siempre estará contigo, es saber brindarle tu ayuda en todo momento, es sentirte más valiente en los momentos que compartes con ellos, es saber compartir ideas y mejorar tu carácter, es tener ese apoyo en los momentos importantes.
El verdadero amor es poder oler el aire que respira tu pareja, es encontrar la otra mitad de tu alma, es sentir necesaria su presencia, y más que nada, saber esperar a su llegada.
¿Quieres cambiar el mundo? Disfruta cada día como si fuera el último, ya que uno nunca sabe cuando llegará el último día de nuestras vidas, y recuerda que la satisfacción de llegar a la meta no es llegar a la meta, sino todo lo que se vive en el camino para poder llegar a ésta.
¿Quieres cambiar el mundo? Disfruta cada día como si fuera el último, ya que uno nunca sabe cuando llegará el último día.
Autor: Juan Rafael Pacheco | Fuente: Catholic.net
Muchos conocen la historia del científico que vivía sumamente preocupado con los problemas del mundo, decidido a buscarles solución.
En algún momento, su hijito de siete años entra en el laboratorio deseoso de ayudar a su papá. El científico, por lo contrario, nervioso por la interrupción y viendo que era imposible sacarlo, cogió una revista que tenía en su portada un mapa del mundo, se la arrancó, la cortó en varios pedazos con una tijera, y se la dio al niño para que se entretuviera armando el rompecabezas, mientras él continuaba tranquilamente con sus experimentos.
Luego de unas pocas horas, el buen hombre oyó que el niño le decía: “Papá, ya arreglé el mundo.”
El científico, asombrado, levantó la vista del microscopio pensando que lo que vería sería el resultado del torpe trabajo de un niño. Sin embargo, para su gran sorpresa, el mapa estaba completo. Todos los pedazos habían sido colocados perfectamente en sus respectivos lugares. ¿Cómo había sido esto posible? ¿Cómo era que el niño había logrado esto?
Intrigado, dijo a su hijito: “Hijo, tú no sabías cómo era el mundo. Entonces, ¿cómo lograste armarlo?”
“Papá” -le dijo el niño- “yo no sabía cómo era el mundo, pero cuando arrancaste el mapa de la revista para recortarlo, yo vi que del otro lado tenía la figura de un hombre. Así que le dí la vuelta a todos los pedazos y comencé a organizar al hombre. Cuando conseguí arreglar al hombre, volteé la hoja y vi que había arreglado al mundo.”
Debemos estar conscientes, leí en algún momento, que el verdadero triunfo del hombre es lograr la familia que anhela, mostrar la bondad que recibe y tener verdaderos amigos.
Que la verdadera sabiduría es aprender a escuchar y saber cuándo opinar, es comprender los problemas y saberlos resolver, y poder brindar al mundo lo que realmente uno sabe.
Que la verdadera fe es pedir y saber que Dios nos escucha, saborear los momentos que compartimos con Él, poder cerrar los ojos y sentirlo junto a nosotros.
Que la verdadera amistad es sentir la hermandad que une a personas de sangres diversas, es saber que su mano siempre estará contigo, es saber brindarle tu ayuda en todo momento, es sentirte más valiente en los momentos que compartes con ellos, es saber compartir ideas y mejorar tu carácter, es tener ese apoyo en los momentos importantes.
El verdadero amor es poder oler el aire que respira tu pareja, es encontrar la otra mitad de tu alma, es sentir necesaria su presencia, y más que nada, saber esperar a su llegada.
¿Quieres cambiar el mundo? Disfruta cada día como si fuera el último, ya que uno nunca sabe cuando llegará el último día de nuestras vidas, y recuerda que la satisfacción de llegar a la meta no es llegar a la meta, sino todo lo que se vive en el camino para poder llegar a ésta.
Gracias por tu me amable comentario, me gusto tu blog!
ResponderEliminarQue Dios te bendiga.
Ricardo http://linenonthehedgerow.blogspot.com