Sabido es que la novedad atrae mucho. Eso lo ha dicho Jesús al referirse a la semilla que cae en tierra poco profunda. Enseguida da flores pero pronto, poque no tiene profundidad se seca.
De la misma forma, hay quienes cogen la Buena
Noticia con entusiasmo, pero pronto, ante la poca profundidad de sus raíces de
fe, abandonan y se debilitan.
La perseverancia, de la que también nos habla Jesús, consiste en seguir hacia
adelante, apoyarse en Él y confiar en su Palabra. Escudriñar cada día, aunque
la monotonía nos amenace, la Palabra de Dios y tratar de vivirla.
No desesperemos ni desanimemos, tengamos en cuenta siempre el gozo, esperanza y
alegría del final. Hagamos de cada día un momento de esperanza, de buen trabajo
y de confianza en el Señor. Él nos ve y valora todos nuestros actos hechos con
voluntad y por amor. ¡Perseveremos!
No perdamos de vista que Jesús perdona todas nuestras faltas, descuidos e incluso los consciente. ¡Ha venido para eso, para perdonarnos y salvarnos? ¡Cómo no nos va a perdonar! ¡Su Misericordia es Infinita!
Y, ¡atención!, así también tenemos que perdonar nosotros. Porque, en esa medida es como seremos perdonados. Lo que no perdonemos aquí, con razón o sin razón, tampoco nuestro Padre Dios nos lo perdonará. Lo decimos todos los días en el Padrenuestro. Pero no solo basta con decirlo, hay que vivirlo y hacerlo. Y el perdón nos lleva a no juzgar, porque si juzgamos estamos ya considerándonos jueces.
Y, ¡atención!, así también tenemos que perdonar nosotros. Porque, en esa medida es como seremos perdonados. Lo que no perdonemos aquí, con razón o sin razón, tampoco nuestro Padre Dios nos lo perdonará. Lo decimos todos los días en el Padrenuestro. Pero no solo basta con decirlo, hay que vivirlo y hacerlo. Y el perdón nos lleva a no juzgar, porque si juzgamos estamos ya considerándonos jueces.
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