Dejó unos instantes para que rumiaran bien lo que estaba compartiendo y, pasados unos breves segundos, añadió. Es gratuita, sin condiciones y ofrecida con y por verdadera Amor. Inmerecida por nosotros, pero, eso es un misterio que no alcanzamos a comprender.
Cuando, fijó su mirada en su amigo Pedro, experimentas ese Amor Misericordioso de Dios, tu vida empieza a tomar otra dirección. Te sientes querido y perdonado y te esfuerzas en no defraudarle más.
Pero, Pedro no se pudo resistir y lanzó su exhortación, sabes que volverás a caer.
Sí, respondió Manuel. Posiblemente lo sepas, pero no de una manera deliberada, sino por tu propia experiencia de tus debilidades. Conoces que la tentación está ahí día tras día, y, a veces se hace insoportable. Y temes que puedas caer. Es la lucha, la cruz de cada día. No tienes que buscarla en otros lugares, está escrita dentro de ti.
Y, prosiguió Manuel. Eres consciente que el peso de esa cruz que te ha tocado cargar se te hace muy pesada, y termina por tumbarte. Te caes, te caes y vuelves a caer.
Se detuvo unos momentos, y dijo. También Jesús se cayó varias veces, pero, ¿qué hizo?
Se levantó, dijo Pedro. Quizás, para indicarnos que también tú y yo, y todos tenemos también que levantarnos, dijo Manuel. Miren, continuó, lo importante no es caer, sino no permanecer caído, vencido, sino levantarse y continuar. Para eso está la Misericordia que Dios te ha ofrecido amorosamente.
También tú, si estás ahí, puedes agregarte a la tertulia y compartir tu pensamiento.
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