Hace unos cuantos meses que no escribo vivencias o inquietudes. Y no es porque no tenga sino, quizás por falta de tiempo o porque estoy en otros menesteres o, por qué no decirlo, momentos de vagancia o desganas. Supongo que de todo un poco es la causa de que pase el tiempo y no vuelque en este blog, que fue el primero que conoció mis humildes reflexiones y a través del cual me lancé al espacio de la blogosfera. Y hoy, no sé por qué me he decidido a escribir cuando iba de camino a la Eucaristía de la tarde. Me ha tocado el Espíritu y me ha interpelado, al menos así quiero yo pensarlo, sobre lo que está ocurriendo en el mundo que nos rodea.
Porque, hoy, en esta época de las comunicaciones, el mundo que nos rodea es el mundo. Me explico, quiero significar que viviendo en la era de digital estamos tan comunicados que, lo que yo haga ahora si tuviese gran importancia y trascendencia, se sabría en unos segundos, tras publicarse, en casi todo el mundo. Si lo firmara alguien que tuviese fama y popularidad, se extendería como la pólvora.
Pero, la pregunta o el interrogante que me ha movido a escribir y me hago es, ¿a dónde vamos? ¿Qué mundo es el que vivimos? Porque, la verdad ha desaparecido. O dicho de otra forma, hay muchas verdades y cada cual defiende la suya. Todos opinamos y todos creemos que nuestra verdad es la que debe prevalecer. Al menos prevalece en nuestra vida.
Algunos defienden el aborto. Es decir matar a los niños que viven en la etapa de desarrollo en el vientre de sus madres. Ellos defienden que no matan. Esa, al parecer, es su verdad. Otros la defienden como don de vida dada por el Creador. Hay quienes abogan por la eutanasia, porque no merece la pena mantener a vida de aquellos que son mayores y tienen enfermedades crónicas o ya terminales. Otros dicen que no. Unos abogan por la libertad de sexo, de usarlo como cada cual le apetezca. Otros, dicen que le pensamiento debe ser único y todos sometidos al Estado. Otros que esos es un disparate. Otros abogan por apartar la educación que ellos no quieren o les parece errónea. Otros defienden la libertad a escoger la que ven como mejor. Y antes tantas cosas, que aquí no podemos recoger todas, otros no sabe ni qué hacer. Son veletas llevadas para aquí o para allá según sople el viento más fuerte.
Mi humilde opinión es esta. Nos hemos apartado de la única Verdad. La Verdad con Mayúscula que está contenida en la Palabra de Dios. Una Verdad que nos explica todo lo que somos, nos dice a donde vamos y nos alumbra el único y verdadero camino que hace al ser humano más humano, más justo, más generoso y fraterno y más creador de paz. Una verdad que nos habla de darnos los unos a los otros y respetarnos y cuidar y proteger a los débiles, a los desamparados. Una vedad que nos habla de igualdad de derechos y dignidad. Una verdad que nos une y nos llama a construir un mundo mejor sin enfrentamientos ni rivalidades. Una Verdad que responde a esos interrogantes que todos nos planteamos, pero que cada cual busca a su manera. Y así nos va. Nuestra esperanza, al menos la mía, siempre se mantiene en que en algún momento este mundo entienda que no se trata de vivir mi verdad, sino vivir la Verdad de quien ha sido el autor de este mundo y quiere salvarlo.
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