La cizaña son mis gustos, mis apetencias, mis egoísmos, mis avaricias, mis ideales humanos y todo aquello, Señor, que empuja mi vida y la aleja de Ti. Cuántas veces aparco lo que Tú me dices porque antepongo mis ideas, gustos, apetencias, carnalidad...etc.
Llevado por mi humanidad, Señor, desoigo tu voz y activo la mía, porque creo más en ella y pienso que me hace más feliz. Aparento escucharte, pero al final lo que hago es lo que yo pienso y creo más conveniente para mi vida y felicidad. Eso es así lo que sucede dentro de mí aunque me cueste reconocerlo. Porque, sí Tú, Señor, eres lo más importante en y de mi vida, ¿cómo es que doy prioridad a mis ideales y proyectos?
Posiblemente, ocurra que no sé bien quien realmente eres. Quizás no tenga experiencia de un encuentro profundo y serio contigo, y mi pobreza queda al descubierto aunque yo trate de taparla y esconderla. De nada me vale, porque tarde o temprano saldrá a relucir. La verdad siempre emerge a la superficie.
Experimento pequeñez, pobreza y muchas limitaciones; experimento estar en tus Manos, Señor, y depender totalmente de tu Misericordia. Simultáneamente experimento agradecimiento por sentirme amado y salvado por tu Amor. Gracias, Señor, porque eso me da paz y me llena de esperanza. Me sostiene y ánima y me da fuerzas e impulsa a continuar la lucha de cada día. Esa lucha a muerte contra la cizaña que crece en mi camino a amenaza mi vida con destruirla. Gracias, Señor, porque el Espíritu de Dios me auxilia y me defiende y, en Él, saldré victorioso.
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