No pensemos que las tentaciones nos viene con majestuosidad, en cosas extraordinarias y destacadas. ¡No!, quizás nos venga de forma sencilla, con piel de cordero y muy buenas apariencias. Las tentaciones se nos esconden, porque no les interesa ser descubiertas, pues pretenden cogernos de sorpresa.
Quizás llegamos a pensar que difícilmente podemos ser tentados, o en su defecto, que no nos sorprenden porque nos damos cuenta. Malo sería pensar así, porque el Demonio es más listo que nosotros y nos prepara emboscadas que no llegamos a descubrir ni detectar.
Dependerá también de nuestra defensa y protección. De mano de nuestra Madre María y agarrado al Espíritu Santo les será imposible vencernos, a no ser que nos soltemos. También contamos como el ángel de la Guarda, fiel protector que nos defiende, avisa y nos pone en guardia, pero, para eso, tenemos que estar en guardia y atentos.
Podría ser tanto activísimo una tentación que nos puede derrotar. Llega un momento que no atinas a ver el paisaje que respiras y vives cada día. Un simple paseo y una profunda inspiración de aire fresco pueden descubrirte que también las obras, llevadas a la soberbia de querer arreglarlo y abarcarlo todo, puede ser una estrategia diabólica que busque descentrarte, confundirte y cansarte. Luego, conseguido ese primer objetivo, será fácil proponerte otros que tiendan a alejarte del entorno del Señor.
¡Cuidado!, el verano puede ser un tiempo propicio para que el Maligno haga de las suyas. Descansa y disfruta, pero sin perder de vista que siempre el mejor descanso está en el Señor. Él aliviará tu dolor, tu fatiga y tu cansancio. Y renovará tu ilusión y ganas de seguir en el camino. Simplemente somos siervos y colaboradores. La Obra es suya.
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