Es algo muy normal y hasta natural. Entendemos por amantes a aquellas parejas que no tienen formalizada su relación, e incluso pueden tener formalizado su compromiso de amor. Sin embargo, se confiesan amante de otro u otra. Y vuelven a confundir el amor con el deseo de amar.
Los amantes se desean, y satisfacen ese deseo en la atracción sexual que se veneran. Se entregan al placer de amarse hundiendo todo su compromiso en la pasión sexual. Y se aman para eso, pero de ahí no pasa su compromiso. Acabada la pasión y debilitado el deseo, la atracción aminora y la pasión de amar queda reducida a una retirada desengañada y falsa.
Queda al descubierto todos sus afanes y compromisos. Su punto común es el amor pasión, y el deseo de satisfacerlo mutuamente. Por regla general, parejas que apoyen su noviazgo o relación sobre la pasión del amor tienden al fracaso, o al cambio de parejas en el tiempo.
El amor es otra cosa. No está fundamentado el la pasión y el deseo, aunque forma parte de su contenido. Se apoya en el compromiso y hasta en la renuncia de hacerte daño, o utilizarte como un simple objeto o capricho de placer. El compromiso del amor descarta toda atracción romántica y simplemente amorosa. Nunca puede estar sometido a las emociones.
El amor matrimonial, iniciado en el noviazgo, está construido sobre el diálogo, la sinceridad, la puesta en común y al descubierto de los mutuos deseos, las renuncias a los mismos por mantenernos unidos y por hacernos felices ambos. Y el respeto al dominio de las pasiones y del sexo y la entrega, llegado el momento, de los cuerpos que hablan cuando las palabras ya no pueden decir más.
Un matrimonio así serán, a parte de pareja, amantes y esposos, una unión para toda la vida, porque su proyecto de amor está edificado sobre la roca del compromiso y la verdad.
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