Son palabras muchas veces vacías e incoherentes. Deseamos y pedimos abandonarnos en Ti, Señor, pero no damos ningún paso arriesgado que pueda comprometernos. ¿Qué decimos entonces? Queremos abandonarnos en Ti y luego no damos ningún paso hacia delante.
¿Tiene esto sentido y coherencia? ¿O simplemente, tu Señor eres una válvula de escape que nos sirve de terapia y tranquilizante? ¿Tomo conciencia responsable de lo que digo? ¿Qué pasos estoy dando en mi vida? ¿Escucho y me muevo como Abraham? ¿O simplemente hablo para quedarme tal y como estoy?
Pidamos ser más consciente y coherente con nuestros compromisos y palabras. Pidamos no dejar que nuestras palabras queden sin materializarse o que se olviden porque no se hayan cumplido en obras y compromisos concretos que se palpan y se ven sus resultados.
Danos, Señor, la sabiduría de ser prudentes y saber precisar nuestros actos. Porque ocurre que a veces nos desesperamos por no cumplir, pero no es eso lo verdaderamente importante, sino nuestra actitud constante de estar disponible y dispuesto a ayudar y hacer que el Reino de Dios se realice en este mundo.
No se reduce todo a hacer, sino a ser y como consecuencia de ser, hacer. Hacer que cada instante de nuestra vida sea una oportunidad de decirte y demostrarte, Señor, que quiero seguirte. Y eso lo hago cuando ayudo, comprendo, me solidarizo, tiendo mi mano y trata de servir a los más pobres e indefensos.
En esos momentos te estoy demostrando, Señor, mi amor.
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