Sabemos, la experiencia de la vida nos la pone delante, que todo lo que empieza, también termina. La vida del hombre tiene un principio y un fin, pero también tiene la esperanza de una eternidad. Y digo esperanza porque Dios ha puesto en tus manos, a pesar de que tu agnosticismo te mantenga incrédulo, la libertad de elegirla o rechazarla.
Corremos el peligro de terminar, porque sabemos que hay una parada de estación, con vocación de seguir, con la mochila, si no vacía, sí llena de cosas superfluas, intrascendentes, buscadas para satisfacción de nuestros propios egoísmos, y que nos pueden dejar mal parados y privados de ese billete para continuar la marcha de nuestro tren, llamado vida, hacia la eternidad.
Conviene, pues, preocuparnos por meter en ese corazón vivencias que sirvan para llenarnos de actos de amor. Acciones que dejen huellas de servicio y entrega por procurar el bien de todos aquellos que nos rodean. Acciones generosas de compartir un mundo más justo y digno. Acciones que nos desborden nuestro corazón de renuncias y sacrificios por alegrar, aliviar y mejorar la vida de todos aquellos que se cruzan con nosotros.
Porque eso será lo que reluzca y brille a la hora de hacer esa parada para continuar después. Y si el brillo es fuerte hasta llegar a resplandecer y reflejarse, conseguiremos el billete que nos dé luz verde para continuar el viaje hasta la eternidad. Eternidad que nos colmará plenamente en la dicha y el gozo de contemplar el Rostro de Dios.
Eternidad, que es nuestro origen y destino...
ResponderEliminarpaz y vida
Isaac