Sucede que medimos nuestros actos por el rendimientos que nos produzca. Experimentamos perder el tiempo cuando aparentemente, no hemos sacado nada de provecho en ese tiempo que hemos regalado a esta u otra persona. Incluso a nuestros padres que tanto nos han dado cuando dependíamos de ellos.
Y digo aparentemente, porque, aunque nosotros no lo veamos, no hay mejor tiempo empleado que el que damos y regalamos por ayudar, hacer compañía, dar una sonrisa, informar, compartir y entregarnos en servicio a los demás. Aquí entra también nuestro tiempo evangelizador cuando escatimamos esfuerzo por estar aquí o allá y dar testimonio con nuestra presencia y trabajo.
Eso puede ayudarnos a perseverar con paciencia en nuestra tarea bloguera en el mundo virtual. Porque no sabemos a cuantas personas llevamos un hálito de esperanza, de alegría o de, simplemente compartir nuestras penas y fracasos. Y eso son ingresos que llenan nuestra verdadera cuenta de amor. La que interesa realmente llenar. Y no admite otra moneda que no sea la del amor.
Amor que es sonrisa, comprensión, paciencia, servicio, ayuda, compañía, unidad, amistad, reprimenda, verdad, denuncia...etc. Amor que es buscar el camino que, en el Señor, nos hace mejores hermanos y nos fortalece para ser capaces de compartir fraternalmente el amor que del Espíritu de Dios recibimos.
Tomemos conciencia que cada acto de amor, entendido como renuncia a uno mismo en servicio de los demás, son ingresos que sumarán a la hora del atardecer de nuestra vida. Porque en ese momento sólo se nos juzgará del amor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Compartir es esforzarnos en conocernos, y conociéndonos podemos querernos un poco más.
Tu comentario crea comunidad, por eso, se hace importante y necesario.