Pararse un poco conviene, porque la vida nos acelera de tal forma que no nos damos cuenta a donde avanzamos, y posiblemente estemos caminando rápidamente hacia nuestro propio precipicio. Sobre todos los jóvenes que saben mucho, se preparan bastante pero no abren los ojos a la verdadera verdad.
Saben que ese liquido que hay en el vaso es agua, y que está compuesta por H20, pero nunca han visto ese componente químico que hace de 2 moléculas de hidrógeno y una de oxigeno convertirse en agua. Ven el agua, pero saben lo otro porque se lo han dicho. De la misma forma toman conciencia que viven y se ven; también experimentan que existen y sienten latir su corazón y respirar sus pulmones, pero no saben de dónde vienen.
Tienen muchas teorías, pero nadie demuestra nada. Viven en un mundo en constante conflicto y donde nadie se fía de nadie. Se preguntan por la verdad, pero dudan de la verdad porque nadie tiene poder ni sabiduría para sostenerla y poseerla. Sin embargo, saben que la Verdad tendrá que existir porque el mundo tiene que tener una explicación y una salida. La evolución sólo explica un camino, pero no descubre un origen ni tampoco una meta. Pero sabemos que hay un origen y habrá también una meta.
Y esa meta ansiamos encontrarla, pero no la buscamos lo suficiente. Posiblemente no abrimos los ojos todo lo necesario para darnos cuenta que puede que la tengamos delante de nuestro ojos y no la veamos. ¿Será cuestión de abrir más los ojos? El tiempo corre y puede que cuando abramos nuestros ojos sea ya un poco tarde. Hay que darse prisa y estar atento.
Seguro que hay una salida llena de esperanza. Está escrito en nuestro corazón. Se trata de saber leerla y encontrar la puerta estrecha que nos dé la oportunidad de encontrar la verdadera luz.
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