El cristiano es un perdedor en este mundo, por eso no atrae mucho, en principio, seguir a Jesús, porque tienes que remar contra la corriente de este mundo donde el éxito es ganar y ser mejor que el otro. Y a eso nos cuesta mucho renunciar porque nuestro egoísmo nos pide más y más. Las consecuencias son luchas entre hermanos, guerras, odios y venganzas.
La ley del talión, antiguamente establecida como medida que regulaba la justicia y la venganza, hoy sigue vigente pero sin límites. No hemos avanzando sino retrocedido. Sin embargo, el cristiano experimenta que cuando pierde en este mundo siente la alegría, el gozo y la dicha de que gana, gana en paz y felicidad y se siente mucho mejor, porque gana la esperanza de una vida nueva en plenitud y eternidad.
No sólo descansa el perdonado sino descansa más aquel que ha hecho el esfuerzo de perdonar, porque al hacerlo su corazón se asemeja más al de Jesús y se acerca a Dios.
No sólo descansa el perdonado sino descansa más aquel que ha hecho el esfuerzo de perdonar, porque al hacerlo su corazón se asemeja más al de Jesús y se acerca a Dios.
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