Hemos oído hablar mucho sobre la oración. Todos sabemos mucho sobre la oración, sobre todo, diversidad de oraciones y diferentes maneras de orar. Y, hasta nos hemos podido autoestimar en muchos momentos, creyentes orantes y expertos en orar, o dicho de otra forma, expertos en hablar con DIOS.
Porque la oración es el camino por el cual hablamos con DIOS y nos relacionamos con ÉL. Sin embargo, no llegamos a convencernos del gran poder de la oración, al menos yo, porque de tenerlo tomaríamos conciencia de todo lo que podemos hacer. Se nos ha dicho que seríamos capaces de mover montañas y de hacer grandes prodigios tantos como JESÚS (Jn 14, 12-14).
"Todo cuanto pidan en la oración, crean que ya lo han recibido" (Mc 11, 24). Y no hay justificación ni peros que valgan, porque estas son Palabras del Maestro y lo que ÉL dice se cumple. Lo que ocurre es que no estamos convencido del todo, y nuestra fe se tambalea. No ocurrió así con aquel centurion romano que sí creía, y su fe fue alabada por JESÚS, y su deseo fue cumplido. Lo mismo ocurrió con aquella mujer cananea.
La oración de fe no consiste en decir: ¡SEÑOR, SEÑOR!, sino en disponer el corazón para hacer la VOLUNTAD del PADRE. Es JESÚS quien nos invita a llevar a la oración, lo hizo con sus discípulos, esta Voluntad de cooperar con el plan divino (Mt. 9, 38). El desprendimiento de nuestra voluntad es la clave para estar dispuesto a cumplir la Voluntad de DIOS.
Hacer oración es, por tanto, conectar con el corazón de DIOS. Porque cuando uno conecta, todo lo demás se desvanece y queda en segundo plano. DIOS preocupado por mis problemas, pero yo preocupado por los problemas de DIOS (Jn 4, 30-38). Unos siembran lo que otros recogerán más tarde.
Orar es algo tan profundo como llegar al convencimiento de que DIOS se encarga de todos mis problemas en la correspondencia de que yo me preocupo por todas aquellas cosas que hacen sufrir a DIOS.
Porque en la medida de que DIOS nos ha hecho libre, todas las respuestas y problemas de los hombres están en la respuesta y solución que yo de al deseo que DIOS quiere de mí. Y mis problemas serán añadiduras que DIOS se encargará de ir solucionando en la medida que sirvan para irme perfeccionando y desapegando hasta tener el corazón plenamente libre y descansado en el SEÑOR.
Creo, sinceramente, que ese ha sido el recorrido de todos los que han alcanzado llegar a conectar con DIOS, y, por supuesto, alcanzar la Santidad. Pero, también creo, que para llegar ahí hay un paso previo que necesitamos madurar y perfeccionar. No puedo ponerme a hablar con alguien, con el que quiero llegar a algún acuerdo, sin antes no estar dispuesto a ceder en algún punto y comprender otros.
Cuanto más en el terreno divino cuando se trata de hablar con mi único y creador DIOS y PADRE. Antes de ponerme a hablar, tengo que hablarme a mí mismo y, viendo mi propia película, estar dispuesto a desapegarme y olvidarme de ella entregándola en manos de DIOS. No podré nunca entablar una seria amistad si no estoy dispuesto a renunciar a mis ideas, mis proyectos, mis egoísmos, mis apegos...
Porque, sí eso no es así, estaré hablando con condiciones, con miedo a qué, lo que el SEÑOR quiera de mí, no sea lo que yo quiero, y, en consecuencia, será muy difícil responderle de forma neutral y abierto a cumplirlo. ¿No es el SEÑOR la Verdad Absoluta? ¿No es el SEÑOR la única Verdad y QUIÉN sabe lo que es mejor para mí? Entonces, ¿a qué tanto miedo y negación a hacer su Voluntad? ¿Qué es lo que realmente me lo impide? ¿Mi fe?
Porque de tener fe podría desapegarme y someter mis deseos y pasiones a la Voluntad del que creo. ¿No nos ocurre eso cuando estamos delante de algo que nos llena plenamente y nos interesa? ¿No somos capaces de hacer lo que está a nuestro alcance para lograrlo?
El ejemplo, una vez más, María, y José, y muchos otros que han seguido después señalándonos el camino a seguir, y la forma de encontrarnos con el SEÑOR. Realmente es difícil, es para echarse a temblar, y soy el primero en aceptarlo, pero sería equivocado no admitirlo y mirar para otro lado. Hay que confiar en el ESPÍRITU SANTO y saltar al vacío abandonándonos en las Manos del SEÑOR.
Porque la oración es el camino por el cual hablamos con DIOS y nos relacionamos con ÉL. Sin embargo, no llegamos a convencernos del gran poder de la oración, al menos yo, porque de tenerlo tomaríamos conciencia de todo lo que podemos hacer. Se nos ha dicho que seríamos capaces de mover montañas y de hacer grandes prodigios tantos como JESÚS (Jn 14, 12-14).
"Todo cuanto pidan en la oración, crean que ya lo han recibido" (Mc 11, 24). Y no hay justificación ni peros que valgan, porque estas son Palabras del Maestro y lo que ÉL dice se cumple. Lo que ocurre es que no estamos convencido del todo, y nuestra fe se tambalea. No ocurrió así con aquel centurion romano que sí creía, y su fe fue alabada por JESÚS, y su deseo fue cumplido. Lo mismo ocurrió con aquella mujer cananea.
La oración de fe no consiste en decir: ¡SEÑOR, SEÑOR!, sino en disponer el corazón para hacer la VOLUNTAD del PADRE. Es JESÚS quien nos invita a llevar a la oración, lo hizo con sus discípulos, esta Voluntad de cooperar con el plan divino (Mt. 9, 38). El desprendimiento de nuestra voluntad es la clave para estar dispuesto a cumplir la Voluntad de DIOS.
Hacer oración es, por tanto, conectar con el corazón de DIOS. Porque cuando uno conecta, todo lo demás se desvanece y queda en segundo plano. DIOS preocupado por mis problemas, pero yo preocupado por los problemas de DIOS (Jn 4, 30-38). Unos siembran lo que otros recogerán más tarde.
Orar es algo tan profundo como llegar al convencimiento de que DIOS se encarga de todos mis problemas en la correspondencia de que yo me preocupo por todas aquellas cosas que hacen sufrir a DIOS.
Porque en la medida de que DIOS nos ha hecho libre, todas las respuestas y problemas de los hombres están en la respuesta y solución que yo de al deseo que DIOS quiere de mí. Y mis problemas serán añadiduras que DIOS se encargará de ir solucionando en la medida que sirvan para irme perfeccionando y desapegando hasta tener el corazón plenamente libre y descansado en el SEÑOR.
Creo, sinceramente, que ese ha sido el recorrido de todos los que han alcanzado llegar a conectar con DIOS, y, por supuesto, alcanzar la Santidad. Pero, también creo, que para llegar ahí hay un paso previo que necesitamos madurar y perfeccionar. No puedo ponerme a hablar con alguien, con el que quiero llegar a algún acuerdo, sin antes no estar dispuesto a ceder en algún punto y comprender otros.
Cuanto más en el terreno divino cuando se trata de hablar con mi único y creador DIOS y PADRE. Antes de ponerme a hablar, tengo que hablarme a mí mismo y, viendo mi propia película, estar dispuesto a desapegarme y olvidarme de ella entregándola en manos de DIOS. No podré nunca entablar una seria amistad si no estoy dispuesto a renunciar a mis ideas, mis proyectos, mis egoísmos, mis apegos...
Porque, sí eso no es así, estaré hablando con condiciones, con miedo a qué, lo que el SEÑOR quiera de mí, no sea lo que yo quiero, y, en consecuencia, será muy difícil responderle de forma neutral y abierto a cumplirlo. ¿No es el SEÑOR la Verdad Absoluta? ¿No es el SEÑOR la única Verdad y QUIÉN sabe lo que es mejor para mí? Entonces, ¿a qué tanto miedo y negación a hacer su Voluntad? ¿Qué es lo que realmente me lo impide? ¿Mi fe?
Porque de tener fe podría desapegarme y someter mis deseos y pasiones a la Voluntad del que creo. ¿No nos ocurre eso cuando estamos delante de algo que nos llena plenamente y nos interesa? ¿No somos capaces de hacer lo que está a nuestro alcance para lograrlo?
El ejemplo, una vez más, María, y José, y muchos otros que han seguido después señalándonos el camino a seguir, y la forma de encontrarnos con el SEÑOR. Realmente es difícil, es para echarse a temblar, y soy el primero en aceptarlo, pero sería equivocado no admitirlo y mirar para otro lado. Hay que confiar en el ESPÍRITU SANTO y saltar al vacío abandonándonos en las Manos del SEÑOR.
Veintiun siglos después seguimos preguntando ¿como hacer oración?, nos complicamos haciendo que nuestra mente esté llena muchas veces de grandes pensamientos reflexiones y palabras. Tú lo has dicho, solo en el despojo de sí mismo posibilita el encuentro con Jesús.
ResponderEliminarHay muchos ejemplos de como debemos orar en la vida de JESÚS, y de ellos debemos sacar nuestras propias conclusiones.
ResponderEliminarEl amigo importuno (Lc 11,5-13), la viuda inoportuna (Lc 18, 1-8)y la parábola del fariseo y el publicano (Lc 18, 9-14), son tres enseñanzas que nos alumbran nuestra actitud a la hora de orar.
Sin embargo, no hay oración mayor que la de pedir el don del ESPÍRITU SANTO, pues ÉL nos enseñará todo y nos recordará cuanto nos ha dicho el SEÑOR (Jn 14, 25).
Un fuerte abrazo en XTO.JESÚS.
Querido Salvador, por esta reflexión que hoy nos regalas me veo obligado a recordarme -constantemente, es cierto- que también, junto con el despojarse, la oración es primero y ante todo el Espíritu que sopla en nosotros y nos hace exclamar ¡Abbá!
ResponderEliminarHay que vaciarse de lo inútil para que nos ocupe lo que no perece.
Un abrazo en Cristo y María
Paz y Bien
Ricardo