En respuesta al Sr. Javier Sabadell (ver aquí), y con todos mis respetos, le participo que estoy muy de acuerdo con su escrito sobre DIOS y la física, salvo que yo si soy creyente, por eso tengo un blog que se títula "yo soy creyente católico".
Indudablemente, la ciencia no tiene que decir nada sobre la existencia de DIOS, entre otras cosas porque lo que no es indivisible no puede crear algo indivisible como es el espíritu. Y, nosotros, la persona humana, tenemos una parte indivisible, espiritual, a la que llamamos alma y por la que concebimos conceptos que no responden al mundo material: el amor, la amistad, la afectividad, el perdón...
Hay un componente en nuestro ser: "materia y espíritu", que no responde al mundo material y que, por lo tanto, no puede ser creado por la materia, por el big bang o cualquier otra cosa material. Y a esa fuerza espiritual, inteligente e indivisible la llamamos DIOS. Hasta ahí, quizás por caminos menos intelectos o menos científicos creo que estamos de acuerdo.
Pero hay algo que yo, como persona humana, siento en lo más profundo de mi ser y anhelo alcanzar: la felicidad eterna. Supongo que a usted le ocurrirá lo mismo. Queremos ser felices y, no para un rato o periodo de vida, sino para SIEMPRE. Y eso que quiero no me lo ofrece este mundo en el que vivo, sin embargo, yo lo anhelo desesperadamente.
Y ese anhelo utópico se convierte en esperanza y en un Ideal cuando Alguien que se encarna en la Historia me revela que mi tan deseado anhelo no es una utopía sino una realidad a la que estoy llamado. ÉL es esa realidad, ese Camino que me conducirá a la Vida Eterna que deseo.
Y esa semejanza con el PADRE que ÉL me Revela, me hace decidirme por seguirle, porque lo que realmente quiero, en este mundo no lo encuentro. Sólo en ÉL me identifico y alcanzo el Ideal que persigo. Pero, todo no queda ahí, sino que ÉL predica y testifica que tiene Palabra de Vida Eterna cuando vence a la muerte y vive entre nosotros.
No sigo a Alguien que ha muerto, sino a JESÚS de Nazaret que vive entre nosotros. Esta es la clave en la que usted, posiblemente, no cree o no ve. De ser así usted terminará aquí en este mundo caduco. Yo soy más ambicioso y aspiro a continuar el camino en otro mundo donde reinará la felicidad y el gozo eterno.
Esta es la experiencia de mucha gente que, descubriendo ese deseo interior de alcanzar la verdadera felicidad, han encontrado en JESÚS de Nazaret esa respuesta a lo que buscaban. No se trata de descubrirlo, pues es JESÚS quien se nos descubre y se nos acerca para despertar en nosostros la sed de felicidad que llevamos en nuestro corazón, pues somos semejantes a ÉL.
Pero, para dar ese paso necesitamos humildad, esa es la condición más fuerte que tenemos, abajarnos, cómo hizo ÉL, y dejarnos conducir como niños confiados en sus manos. Comprendo que es difícil y cuesta mucho. Sobretodo a los que han recibido muchas cualidades e inteligencia; los sabios lo tienen más difícil, porque tanto han recibido y mucho se les exigirá. Pero no duden que tienen la Gracia necesaria para salir victoriosos, sólo necesitan abajarse, ser humilde, no por sí mismos, sino contando con la ayuda del SEÑOR. De ÉL nos viene la fuerza para vencer.
¿Quién estará en lo cierto? Seguramente diremos que el tiempo pondrá las cosas en su sitio, pero yo le adelanto que ya estoy gozando de ese Ideal al que aspiro, y eso es una prueba, más que una esperanza, de que existe, porque es realmente lo que todos sentimos y deseamos alcanzar. Alguien nos ha hecho semejantes a ÉL porque sentimos lo que ÉL nos dice y es lo que buscamos. ¿O qué busca usted?
Este deseo nuestro de perpetuarnos y de superar la muerte nos lleva a descubrir que, tras la muerte o periodo en este mundo, habrá otro en el que todo el desamor de este se pagará allí, es el tan anhelando deseo de justicia que reclamamos, sólo que muchos de nosotros no superaremos la prueba del amor y permaneceremos para siempre en el dolor.
No jugamos con cosas triviales ni superfluas, nos jugamos toda nuestra esperanza y todo nuestro ser, y en ello nos va todo nuestro deseo de felicidad y gozo eterno.
Indudablemente, la ciencia no tiene que decir nada sobre la existencia de DIOS, entre otras cosas porque lo que no es indivisible no puede crear algo indivisible como es el espíritu. Y, nosotros, la persona humana, tenemos una parte indivisible, espiritual, a la que llamamos alma y por la que concebimos conceptos que no responden al mundo material: el amor, la amistad, la afectividad, el perdón...
Hay un componente en nuestro ser: "materia y espíritu", que no responde al mundo material y que, por lo tanto, no puede ser creado por la materia, por el big bang o cualquier otra cosa material. Y a esa fuerza espiritual, inteligente e indivisible la llamamos DIOS. Hasta ahí, quizás por caminos menos intelectos o menos científicos creo que estamos de acuerdo.
Pero hay algo que yo, como persona humana, siento en lo más profundo de mi ser y anhelo alcanzar: la felicidad eterna. Supongo que a usted le ocurrirá lo mismo. Queremos ser felices y, no para un rato o periodo de vida, sino para SIEMPRE. Y eso que quiero no me lo ofrece este mundo en el que vivo, sin embargo, yo lo anhelo desesperadamente.
Y ese anhelo utópico se convierte en esperanza y en un Ideal cuando Alguien que se encarna en la Historia me revela que mi tan deseado anhelo no es una utopía sino una realidad a la que estoy llamado. ÉL es esa realidad, ese Camino que me conducirá a la Vida Eterna que deseo.
Y esa semejanza con el PADRE que ÉL me Revela, me hace decidirme por seguirle, porque lo que realmente quiero, en este mundo no lo encuentro. Sólo en ÉL me identifico y alcanzo el Ideal que persigo. Pero, todo no queda ahí, sino que ÉL predica y testifica que tiene Palabra de Vida Eterna cuando vence a la muerte y vive entre nosotros.
No sigo a Alguien que ha muerto, sino a JESÚS de Nazaret que vive entre nosotros. Esta es la clave en la que usted, posiblemente, no cree o no ve. De ser así usted terminará aquí en este mundo caduco. Yo soy más ambicioso y aspiro a continuar el camino en otro mundo donde reinará la felicidad y el gozo eterno.
Esta es la experiencia de mucha gente que, descubriendo ese deseo interior de alcanzar la verdadera felicidad, han encontrado en JESÚS de Nazaret esa respuesta a lo que buscaban. No se trata de descubrirlo, pues es JESÚS quien se nos descubre y se nos acerca para despertar en nosostros la sed de felicidad que llevamos en nuestro corazón, pues somos semejantes a ÉL.
Pero, para dar ese paso necesitamos humildad, esa es la condición más fuerte que tenemos, abajarnos, cómo hizo ÉL, y dejarnos conducir como niños confiados en sus manos. Comprendo que es difícil y cuesta mucho. Sobretodo a los que han recibido muchas cualidades e inteligencia; los sabios lo tienen más difícil, porque tanto han recibido y mucho se les exigirá. Pero no duden que tienen la Gracia necesaria para salir victoriosos, sólo necesitan abajarse, ser humilde, no por sí mismos, sino contando con la ayuda del SEÑOR. De ÉL nos viene la fuerza para vencer.
¿Quién estará en lo cierto? Seguramente diremos que el tiempo pondrá las cosas en su sitio, pero yo le adelanto que ya estoy gozando de ese Ideal al que aspiro, y eso es una prueba, más que una esperanza, de que existe, porque es realmente lo que todos sentimos y deseamos alcanzar. Alguien nos ha hecho semejantes a ÉL porque sentimos lo que ÉL nos dice y es lo que buscamos. ¿O qué busca usted?
Este deseo nuestro de perpetuarnos y de superar la muerte nos lleva a descubrir que, tras la muerte o periodo en este mundo, habrá otro en el que todo el desamor de este se pagará allí, es el tan anhelando deseo de justicia que reclamamos, sólo que muchos de nosotros no superaremos la prueba del amor y permaneceremos para siempre en el dolor.
No jugamos con cosas triviales ni superfluas, nos jugamos toda nuestra esperanza y todo nuestro ser, y en ello nos va todo nuestro deseo de felicidad y gozo eterno.
Llevar la contraria siempre y
ResponderEliminary darse a conocer más, solo eso.