Estoy en el hospital Dr. Negrín de Las Palmas de Gran Canaria. Aguardo mi turno para la revisión trimestral del DAI (desfibrilador automático implantado), y observo que hay muchas personas esperando también su turno para lo mismo o para otras enfermedades cardiovasculares.
En este contexto he pensado cuanto buscamos la salud. La salud, sobre todo, del cuerpo y por ella hacemos el esfuerzo necesario para cuidarla y estar bien. Sin embargo, cuando aparece la enfermera para llamar, según la cita, a la persona enferma, observo que a veces faltan algunos. Algunos que no han acudido porque no se preocupan tanto, o porque no se sienten mal o porque no han podido acudir.
Aunque no la miremos de frente, la muerte nos asusta pero sabemos que llegará algún día. No por eso vamos a permitirle que venga cuando quiera, sino que luchamos para alargarla lo más posible. Pero no llego a entender como, si buscamos alargarla lo más posible, no nos esforzamos en buscar si se puede eternizar. Porque hay una promesa en ese sentido: "Quién coma mi Cuerpo y beba mi Sangre vivirá eternamente"(Jn.
6, 54). Más claro el agua.
Sería lógico y de vital importancia indagar y conocer bien quién ha dicho esto y por qué lo ha dicho, pues de ser cierto arreglaríamos nuestro problemas y temores.
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