con Él a la VIDA NUEVA, a la vida de Cristo, a la vida de la gracia. |
Lo hemos oído muchas veces, sobre todo aquellos que siguen y leen la Palabra de DIOS. En el pasaje a Nicodemo, JESÚS le dice que aquel que no nade de nuevo no se salvará. Y eso, que, al menos yo debo confesar que no me ha preocupado tanto, no sé por qué ahora empieza a preocuparme más.
Posiblemente pueda ser porque he oído una reflexión de un padre dominico, el padre Marco, que ha puesto su énfasis en ese pasaje evangélico del encuentro de JESÚS con Nicodemo; quizás sea por nuestras reflexiones sobre la Verdad del Principio y nuestro compromiso nupcial con DIOS, o porque el ESPÍRITU me mueve a buscar esa nueva evangelización que se esconde dentro de la Única Verdad.
De una forma u otra me encuentro escribiendo sobre eso, y mi primera reflexión se para en aquella anécdota del buen gallego que emigró a otro país. Allí hizo fortuna y al cabo de los años le ofreció a sus hijos y mujer un viaje a la tierra de sus padres, a su Galicia querida. Para tal acontecimiento decidió viajar en un buen barco de crucero. Se cuenta que al divisar la costa gallega decidió dar un buen banquete en el mejor restaurante del barco a sus hijos y mujer.
Previamente, había ahorrado gastos comiendo durante casi todo el viaje pan y queso que había traído como provisión para el viaje. Para tal evento, pidió a cada uno de sus hijos y mujer los billetes. Y sentados a la mesa, se los entregó al metre. Cuál fue su asombro cuando el metre sorprendido le informa que era la primera vez que los veía en el comedor, pues el viaje acababa y esos billetes les daban derecho a almorzar todos los días. Al parecer su mujer los había comprado, pero el no se enteró.
Puede ocurrirnos a nosotros algo parecido. Creyéndonos unos buenos cristianos podemos estar en el Antiguo Testamento y no haber entrado todavía en el Nuevo. O estar, como dice Donjoan evangelizando con Trento y no enterarnos del Vaticano II.
Nacer de nuevo implica una orientación nueva, un dejar al hombre viejo, al hombre que se conoce suficiente; al hombre cumplidor y que confía en sus propias fuerzas, en su esfuerzo, en sus proyectos, en su inteligencia... Y empezar de nuevo abandonándose en las Manos de DIOS, caminando en su presencia, al ritmo Divino del ESPÍRITU y en la confianza de saberse acompañado, apoyado, mirado, supervisado, dirigido, guiado... Pero sobre todo, amado y perdonado.
Y en esa clave, sentirme agradecido y, por su Gracia, por su amor, hacer el esfuerzo, desde ahí, desde ese nuevo planteamiento, de obrar en rectitud, en verdad, en justicia y amor en los demás hombres.
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