Cuando se estable un conflicto, observado detenidamente percibimos que la razón no está de un lado solo, sino que se distribuye por muchas partes. Las causas puede ser múltiples y todos, como dice el refrán tenemos algo de culpa.
No hablo del pasado, ni de algo fantasioso o ideal, sino de la pura realidad. Ocurrió en la antigüedad y está ocurriendo ahora, ver aquí, en Corea y en muchos lugares. Los conflictos tienen siempre su origen en la misma verdad: "el egoísmo", porque es ahí donde se amasa y se cultiva el odio, la soberbia, la avaricia y todo aquellos pecados que nos impiden entendernos y encender la paz.
Y esto ocurre en los pequeños acontecimientos de cada día: En las familias, en las herencias, en la convivencia y competencia por ser yo más que tú y...etc. Hoy en Corea por el poder de unas aguas o porque yo digo que de aquí no te muevas... Y estas actitudes implican el pertrecharnos de poder (armas y... lo que sea) para, siendo yo más fuerte que tú, obligarte a hacer mi voluntad.
La única y eficaz arma que acaba con todo esto es el "Amor", y bien lo sabe JESÚS, Nuestro SEÑOR, que nos adelantó que por amor tendríamos que, en muchos momentos, no siempre, padecer y sufrir persecuciones, venganzas, odios y toda clase de sufrimientos. Porque hay muchos que contrarios al amor y amantes del yo (egoísmo) y mi apetencias y voluntades siembran la muerte.
Sin embargo, experimentamos que cuando amamos sentimos gozo y alegría, y sabemos que venceremos porque ÉL, JESÚS, venció al mundo en la Cruz muriendo por Amor. Y nos ha prometido que con ÉL nosotros haremos lo mismo: "Venceremos por, con y en el AMOR".
Y todo esto en un mundo que enarbola la bandera de la "Libertad y los derechos humanos", pero que practica el autoritarismo y la imposición. Todo se queda en buenas intenciones, palabras vacías, sin sentido, que en la medida que se cumple lo que concuerda con mis pensamientos, ideología y voluntad, todo está bien y se mantiene la paz.
Pero desde que se tuerce la tuerca y se defiende la verdad que va contra la mía, ya las cosas no son iguales y, es entonces, cuando me vuelvo al baúl de los recuerdos para sacar toda la fuerza que allí había almacenado, por si acaso.
Nunca había pensado en la libertad ni en los derechos humanos. Nunca había pensado en el bien común, sólo me ha importado "yo" y mi propio yo. Lo demás ha sido una falacia que he mantenido hasta el punto que, cuando no coincida con lo que yo pienso, imponerme por las fuerzas. Para eso tengo guardado muchas, muchas... muchas fuerzas. Esa es mi ley, y la fuerza de la ley es el pecado, es decir, el desamor: "el arma contraria al amor".
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