Todavía tengo la imagen en mi mente, eran dos jóvenes que, uno de forma muy tímida y suplicante, y otro, orgulloso e indiferente, pero reclamando con su presencia ayuda, yacían en el atrio de la entrada de mi parroquia solicitando ayuda. Salía de la Eucaristía presto a preparar, con el equipo que nos disponemos a proclamar a JESÚS, el próximo Cursillo de Cristiandad y no disponía de tranquilidad ni tiempo.
No puede evitar la mirada del que suplicaba ayuda, y no puede aguantar mi impotencia y mis deseos de solucionarles el problema. Pero la solución no pasa, de primera instancia, por ahí, sino la de escuchar y conocerlos. El hambre no es mucho problema, pues Caritas está muy bien organizada en mi isla y hay un comedor diario donde atienden a las personas. Además está hogar y café, de Sor Ana, que atiende en las primeras necesidades.
El problema es la picaresca y ver, con tiempo, cual son sus necesidades y que buscan. Mi primera impresión, a vista de pájaro, es que son marroquíes, pero es sólo impresión, y la segunda es que no sé como han podido llegar a esto, pues si tenian trabajo hace tiempo, que había para todos, deberían haber arreglado su situación con tiempo.
De cualquier forma, mi conciencia, desde el ESPÍRITU, me dice que tengo que escucharles e interesarme por su situación. Me veo interpelado por el Samaritano que, en su camino, recoge y atiende al herido. No hay excusas, sí actuar con astucia, pero con generosidad.
Supongo que la parábola del Samaritano deja entrever que el herido se las apañó después, pues, curado y salvado deberá ganarse su sustento y cuidarse. Y ese es el problema, pues saciar el hambre y curar las heridas no es cosa tan menesterosa y difícil, lo importante y difícil es enseñar a saciarse y a curarse lo necesario para continuar el camino. Te sientes impotente sin saber que hacer.
Pararse en la puerta, derrumbarse a la caridad o instalarse en la indigencia no son soluciones ni ideales a los que está llamado el ser humano. Aspiramos a un Ideal de altura, de altos vuelos y de gozo eterno, y si aspiramos es porque ese Ideal habita dentro de nosotros, y de alguna forma nos pertenece (JESÚS pagó con su Muerte y Resurrección) aunque nos haya sido dado gratuitamente, porque somos libres para tomarlo o dejarlo. En ese sentido lo perderemos si nos desviamos de nuestro principal objetivo.
Y si no sabemos cual es el destino de nuestro viaje (vida) iremos todo el trayecto desconcertado, angustiado, frustrados, vaciados de todo contenido y todo sentido. Se hace necesario encontrar el verdadero sentido y poner manos a la obra.
Y poner manos a la obra es empezar a caminar y a hacer la palabra camino, y el camino a llenarlos de hechos y testimonios. Porque no basta decir te quiero, sino añadir al te quiero la obra, el signo, el gesto, la acción, porque lo que reafirma la palabra es la acción que la acompaña.
Y esa es nuestra prueba, nuestra constante y continúa lucha: el combate contra nosotros mismos y nuestras apetencias. Porque estamos inclinados, por nuestra naturaleza caída y herida, predispuestos al mal (ver aquí) pero, no solos, sino acompañados por Quienes saben cómo y de qué forma podemos vencer, pues ellos (JESÚS y su Madre) ya lo han hecho.
Y tenemos la promesa de JESÚS de que el ESPÍRITU SANTO no nos fallará. Sólo necesita nuestra colaboración y empeño. Por lo tanto, el combate sigue, y cada día al levantarte entablarás un combate, cuerpo a cuerpo, con tu pereza, con tus apegos, contigo mismo, para, levantándote, vencer y hacer lo que debes hacer.
Cada mañana empezarás una nueva lucha contra el que te critica, te hace la vida más difícil, insoportable... amándole, al menos esforzándote en amarlo. Cada jornada te esforzarás en cumplir lo mejor que puedas con tu trabajo, con tus compañeros, con tus amigos... y de forma especial y prioritaria con tu familia.
Cada día, al poner a DIOS como lo primero en tu vida, tomarás conciencia de que no será el primero si tú no amas y sirves a tu esposa y a tus hijos, a tus vecinos y compañeros de trabajo, a tu familiares y enemigos como lo hizo ÉL en su HIJO JESÚS.
Y esa son las pruebas que tienes que cumplir, porque de nada vale decir: "PADRE DIOS te quiero y TÚ eres el primero en mi vida", si después son otras cosas las que ocupan el primer lugar. Los hechos son los certificados de que lo que decimos es verdad, o, al menos, queremos que sea verdad.
Y eso es lo que quiero, pero que compruebo lo lejos que estoy todavía, pero cada día no dejaré de esforzarme en ello. Esa es mi lucha y mi convicción; sé realmente donde está mi Cruz, y es que se hace imprescindible primero saber dónde está, para que localizada tomarla apoyada en mis hombros y empezar el camino.
La victoria es segura porque me acompaña el que siempre gana y lo puede todo, si yo, con mi empeño y esfuerzo no le fallo, para eso me ha hecho libre.
La victoria es segura¡¡¡
ResponderEliminarGracias que Dios le bendiga siempre unidos en oración y un abrazo en Cristo Jesús
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