¡Que alegría siento el leer en Alfa y Omega la conversión de la modelo brasileña Maríajose Rossi, 22 años, que decidió bautizarse después de encontrarse con CRISTO en su Iglesia. Ahora anuncia el Evangelio en el mundo de la moda, con la misma naturalidad con la que hizo su oración ante cientos de personas el día del CORPUS CHRISTI.
Otra alegría inmensa es ver como el Padre Federico Lombardi, jesuita, director de la Oficina de Información de la Santa Sede, adelanta a Alfa y Omega los elementos centrales de su próximo viaje a Australia y de la jornada Mundial de la Juventud en Sydney. Es muy reconfortante ver la sabia nueva que el ESPÍRITU infunde a la Iglesia. El objetivo principal, y con diferencia, es el encuentro con los jóvenes, en particular con los que proceden de este área del mundo, Oceanía y el Sudeste asiático, que en general tienen menos oportunidades para verlo. ¡La Iglesia pendiente de todos sus hijos!
Se vivencia, se comprueba, se palpa la promesa de que no estamos sólos. Y es que hay momentos de desánimo, de cansancio, de ver, en mis propias comunidades, siempre las mismas caras. Hay momentos de confusión, de sentirnos impotente, de parecernos que el mundo nos vuelve la espalda, incluso nuestra propia familia. Nada les importa sobre JESÚS. Reina la indiferencia, el peor pecado. Indiferencia que reina en la nueva cultura imperante que eleva el estandarte del relativismo: no existe el bien ni el mal; tú eliges lo que quieres ser. Ahora cambiamos lo que queramos cambiar según nuestros propios intereses. Ahora voy a decir, en lugar de marido y mujer, cónyuge A y cónyuge B. Es mi libertad lo que me hace auténtico y no la Verdad Revelada de un DIOS PADRE que nos salva. Cada uno quiere ser protagonista de su propia salvación.
Y te ves, en algunos momentos, arrastrado, engullido y con la soga al cuello. Por eso, ¡DIOS mío!, te doy gracias por tantos hermanos que me levantan y gritan, ¡y me hacen gritar, el ESPÍRITU está con nosotros! Enseguida se enciende nuestro fuego interior, algo apagado, y se rejuvenecen nuestras esperanzas. La marea del testimonio nos entrelleva a volandas y nos sentimos, al menos yo me siento, como los de Emaús: "es el SEÑOR, ha Resucitado y está con nosotros".
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